¿Se repite la historia?

¿Se repite la historia?

¿Se repite la historia?

La pasada semana y con el propósito un tanto misterioso de adelantar un proyecto designado como “La ciudad de la mujer”, el Poder Ejecutivo sometió para su aprobación al Congreso otra solicitud de préstamo por la suma de veinte millones de dólares.

Pese a lo estremecedor que resultan noticias de esta naturaleza, por lo reiteradas, ya no provocan el asombro generalizado. Y la razón es elemental: las advertencias y la extendida preocupación hacia la encrucijada a la que se dirige la República Dominicana, al parecer, carece de importancia para las autoridades.

Poco antes, Alessandro Leograttaglie, representante del Banco Mundial en el país, manifestó su desconcierto ante el actual y evidente incremento del endeudamiento externo y el manejo de los fondos públicos.

Esa actitud ya había sido expuesta, entre varios economistas, por Pedro Silverio Álvarez. Indicó en este sentido que, tras seis años aplicando el 4 por ciento del presupuesto a la Educación, “no se han producido cambios significativos en la calidad educativa”. “Ni siquiera ha sido posible alcanzar la meta de que el país fuera declarado libre de alfabetismo”, dijo.

Los que debían considerarse como “logros” se prestan a especulaciones. Por ejemplo, al referirse al tema eléctrico, el profesional hizo la advertencia de que “cerca de cien mil millones se han invertido en el proyecto de Punta Catalina sin que todavía se pueda anticipar con certeza su costo final”.

Trajo a colación declaraciones de un funcionario vinculado al sector, quien advirtió que este proyecto “no solucionará el problema”.

“El gasto no solo es abultado por las ineficiencias propias de un país con bajos niveles institucionales, sino también por los procesos de corrupción que con frecuencia los acompañan”, expresó Silverio.

Debo recordar una vez más las advertencias formuladas por Víctor Medina Benet en su libro “Los responsables” y su estudio detallado del periodo previo y posterior al ascenso al poder de Horacio Vásquez.

Señala Benet que al ascender al gobierno el 12 de julio de 1924, Vásquez recibió de las tropas de ocupación un país en el que, “por primera vez, el erario nacional conocía de una positiva prosperidad bajo una organización eficiente y honesta”.

Menciona que al inicio de la intervención el porcentaje de analfabetismo en el país oscilaba entre el 85 y el 95 por ciento. Se instituyó la instrucción obligatoria y en breve la matrícula escolar subió de 18 a cien mil alumnos.

“Se imprimió a esa rama de la administración el sello de la eficiencia y la organización”, son sus palabras.

Se edificó una amplia red de carreteras que unió el país. Se creó una “Comisión de Reclamaciones” para investigar, depurar y pagar las deudas del Estado. Se estableció el Tribunal de Tierras y los avances en sanidad fueron notables.

Benet cita a Miguel Ángel Monclús y su obra “El caudillismo en la República Dominicana” para ilustrar el cambio que se operó en el gobierno de Vásquez.

“El descubrimiento de la manera fácil de conseguir dinero por medio de empréstitos y de bonos, acrecentaron la sed insaciable que estimulaba la camarilla” afirma.

“Se enriquecían segundones y usureros, algunos de los cuales amasaban una fortuna desproporcionada con la capacidad económica del país y con la miseria pública”, expresa Monclús.
¿Otra vez se repite la historia?



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