Sanciones de EE.UU agravan penurias en la economía venezolana

Sanciones de EE.UU agravan penurias en la economía venezolana

Sanciones de EE.UU agravan penurias en la economía venezolana

Lo que falta son compradores. Los han ahuyentado precios que se multiplican por dos cada pocas semanas, mientras los sueldos en el país siguen estancados en medio de una crisis.

CARACAS.– Un pequeño ejército de trabajadores con camisas rojas friega los suelos de linóleo ante la mirada de sus supervisores, sentados bajo un enorme retrato de Hugo Chávez.

Para una economía tan deteriorada como la venezolana, las baldas que hay en torno a los empleados en el supermercado Bicentenario, gestionado por el estado en el este de Caracas, están rebosantes de productos básicos como arroz y pasta.

Lo que falta son compradores. Los han ahuyentado precios que se multiplican por dos cada pocas semanas, mientras los sueldos en el país siguen estancados en medio de una crisis.

«Ya ni miro mi salario porque me deprime demasiado», comentó Norma Peña, cajera de banco, que gana poco más que el salario mínimo venezolano de unos 15 dólares al mes. Salía de la tienda con una única bolsa de frijoles negros.

Mientras el presidente, Nicolás Maduro, celebra el regreso de la calma a las calles de Venezuela tras meses de protestas que dejaron varios muertos, el colapso de la economía plantea una amenaza aún mayor.

Y es probable que la miseria se agrave debido a las sanciones financieras impuestas por el gobierno de Estados Unidos en un esfuerzo de aislar a Maduro por llevar al país hacia un sistema cada vez más autoritario. Incluso antes de que se anunciaran las sanciones, la mayoría de los venezolanos tenía más problemas que nunca.

Desde 2014, el año después de que Maduro asumiera el cargo, la economía se ha reducido un 35%, más de lo que menguó la economía estadounidense durante la Gran Depresión.

Varias aerolíneas extranjeras han abandonado el país este año, la producción petrolífera está en su nivel más bajo en más de dos décadas y el gobierno ha tenido que añadir tres ceros a sus billetes ante la caía libre de su moneda, el «fuerte» bolívar.

Pero si bien las filas de todo un día para comprar pan se han reducido, la nueva lacra es la inflación disparada, mientras el gobierno intenta combatir el desabastecimiento relajando con discreción los antes estrictos controles de precio y moneda.

En los últimos meses, las autoridades han empezado a permitir que las empresas importen de todo, desde comida enlatada a autos nuevos, y les dejan trasladar los precios en dólares a los consumidores a tasa de cambio del mercado negro, donde el dólar vale 1.685 veces más bolívares que a la más fuerte de las tres tasas oficiales de cambio.

En el pasado, los comerciantes se arriesgaban a que se incautaran sus mercancías o se cerraran sus negocios si sus precios en bolívares reflejaban los precios del mercado mundial.

El resultado de la dolarización de facto de la economía ha sido paradójico: las estanterías están más llenas de lo que se había visto en meses en el país, pero los precios quedan fuera del alcance de la mayoría de los venezolanos pobres.

La inflación, que lleva más de dos años en tasas de tres dígitos, batió un récord el mes pasado y ha alcanzado el 650% en los últimos 12 meses, según Torino Capital, con sede en Nueva York.

Entre los venezolanos circula una sombría broma sobre ese proceso. El gobierno presumió en su día de garantizar un «precio justo» por los productos.

Los compradores comentan que ahora hay más artículos disponibles, pero sólo a un «precio susto». Eso no significa que el desabastecimiento haya terminado.

El supermercado Bicentenario no ha recibido pescado ni carne en un año, debido en parte a que se estropeó el sistema de refrigeración de la sección de congelados y no se encuentran las piezas de recambio. La mayoría de las baldas contiene una única variedad de cada producto, buena parte importada de China.

Los supermercados privados no están mucho mejor surtidos. Peña dijo que se arregla vendiendo objetos —teléfonos, ropa, una vez incluso una lavadora— que dejaron atrás clientes acomodados que han abandonado Venezuela.

Si ella y su esposo no fueran propietarios de su casa, no ganarían suficiente para alimentar a sus dos hijas, afirmó. Aun así, ha adelgazado 6 kilos (13 libras) como resultado de lo que la gente conoce como la «dieta Maduro».

En el último año, el 74% de la población ha perdido peso debido a la escasez de alimentos, según un estudio reciente de tres de las mayores universidades de Caracas.

En el mercado al aire libre de Chacao, normalmente abarrotado, el vendedor de pollo Juan Dulcey dijo que su clientela de clase media se redujo a la mitad en el último mes porque ha tenido que multiplicar los precios por dos para compensar el auge de los costes. Un kilo de pechuga de pollo sin hueso cuesta unos 27.300 bolívares por kilo, en torno al 10% del salario mínimo mensual actual.

«Antes los clientes reían con nosotros, pero ahora todos andan tristes», dijo Dulcey. El gobierno acusa al presidente de Estados Unidos, Donald Trump y a la oposición, que ha respaldado las sanciones, de intentar derrocar a Maduro con una «guerra económica».

La excanciller Delcy Rodríguez, presidenta de la Asamblea Constituyente afín al oficialismo cuya creación desencadenó las sanciones estadounidenses, dijo el domingo que el «bloqueo financiero» implica que Venezuela no podrá pagar importaciones básicas como comida y medicinas.

El gobierno de Trump niega que intente castigar a los venezolanos de a pie. Las sanciones, aplicadas en un decreto la semana pasada, prohíben a los bancos estadounidenses proporcionar más dinero al gobierno o a la petrolera estatal PDVSA. También prohíben que la filial estadounidense de PDVSA, Citgo, envíe dividendos de vuelta a Venezuela.

Sin embargo, no afectan al financiamiento de la mayor parte de las operaciones comerciales, como los envíos de petróleo venezolano, del que Estados Unidos es el mayor comprador. Aun así, al privar a Maduro de las divisas que necesita, las sanciones hacen más probable que Venezuela deje de pagar su deuda, o reduzca los pocos productos que aún importa a tasas oficiales.

El gobierno y PDVSA tienen unos 4.000 millones de dólares en deudas que vencen antes de final de año, pero sólo 9.700 millones en reservas de dinero extranjero, la inmensa mayoría en forma de lingotes de oro que son difíciles de canjear por efectivo en poco tiempo.

Lo que es peor, si Maduro no cede a las exigencias de Trump de disolver la Asamblea Constituyente y convocar elecciones, es probable que se aprueben sanciones más duras.

Para aliviar la situación Maduro dijo que buscará estrechar sus lazos comerciales con China y Rusia, aunque no está claro cómo de generosos serán sus aliados dada la creciente reputación de Venezuela de rebelde al uso de Cuba, Siria y Corea del Norte. «Esto podría reducirlos a una economía de trueque y devolver a Venezuela a la edad de piedra», dijo Russ Dallen, socio gerente del banco de inversión Caracas Capital Markets. «Es fascinante y terrorífico de ver».



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