Residentes de Nueva Barquita no borran sus vicisitudes

Residentes de Nueva Barquita no borran sus vicisitudes

Residentes de Nueva Barquita no borran sus vicisitudes

Familias mudadas en la nueva Barquita muestran su felicidad de poder pasar por estas tormantas bajo un techo digno. Foto: Elieser Tapia.

Santo Domingo.-En su “confortable” apartamento de la Nueva Barquita Norte, Eulogia González parecía ayer haber dejado atrás las amarguras de su oscuro pasado.

En días como estos, con los efectos del huracán Matthew, imaginaba estar anegada a orillas de los ríos Ozama e Isabela.

Inicialmente, sonriente y feliz, ella reveló que en medio de la felicidad sentida por conquistar ese techo, nunca olvidará los sinsabores que le dejaron hacer vida en aquella vieja barriada de la Barquita Este.

“Yo vivía al lado de la cañada, la casa se inundaba por completo y una noche mi hijo se tiró a esas aguas sucias a salvarnos y ahí cogió una gripe mala que se le complicó y de eso murió”, recuerda con pesar y llanto Eulogia, tras asegurar que no podrá borrar ese amargo pesar.

Hoy en su vivienda del bloque 29 del sector La Javilla, rememora aquellos 36 años de vicisitudes, donde levantó tres hijas y a Juan Manuel, quien falleció a los 19 años.

Agradecimiento

Trabajó como doméstica por 18 años en el sector El Brisal, mientras su esposo, de quien se dejó hace seis años, se dedicaba a motoconchar .

Hoy padece de dos hernias discales, depende de rifas de aguante y sanes, pero se siente agradecida de Dios y del presidente Danilo Medina por recordarse de que ellos existían.

“Parece que Dios escuchó los deseos de mi hijo, que soñaba con regalarme una casa. Le doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado y lo que me quita también”, dijo entre sollozos.

Con megáfono

Al igual que ella, Eridania Rosario, quien preside la junta de vecinos Agustina Berberé, aún con la felicidad que le embarga, ayer en la mañana, cuando veía el agua caer, sentía que se inundaba, pero esta vez sólo atinó a expresar:
“Cuando vi el agua en la mañana dije:

Caramba… faltan más personas que viven a la orilla del río y las han traído. Por dentro de mí me sentí con las botas sacando la gente y no creía que estaba aquí, miré lejos y lamenté que faltan más que estáan en lugares vulnerables”, comentó Rosario.

Manifestó que le pidió a Dios para haga lo de siempre y vaya en auxilio de los que se quedaron en Santo Domingo Este.

Palitos y tiritas rojas

Rosario recuerda que cuando venían las tempestades, unos palitos con tiritas rojas les servían de indicadores para medir el nivel del agua del río.

Una vez estos se rebosaban, recuerda que salían huyendo para el refugio de la parroquia San José a coordinar con el padre Gregorio Alegría la evacuación de la gente.

“Él, junto a la Usaid, nos ayudaba bastante.

Nunca tuvo inconveniente con la gente para las mudanzas. Cogía mis botas, pico, pala y megáfono y empezada a vocear: Vamos subiendo, vamos saliendo”, comenta Rosario. Por igual recuerda que la gente amarraba los trastes que no podían llevar a casas de amigos y familiares, pero en muchas ocasiones perdían todo.

“Al padre Alegría no tenemos con qué pagarle, nos llevaba desde comida hasta toallas sanitarias, luego gestionábamos que los Comedores Económicos y la Defensa Civil nos ayudaran”, cuenta la representante comunitaria.

Eulogia y Rosario figuran entre las primeras 800 familias, de las mil 782, que han sido establecidas en la Nueva Barquita.



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