Como somos un país rico, hay que gastar
La clase política en general es la responsable del desastre que experimentan desde hace años las obras construidas por miles de millones de pesos en diferentes comunidades para realizar los famosos Juegos Nacionales.
Los juegos, desde 1977, se convirtieron en un botín para ingenieros ligados a los diversos gobiernos, a lo que se unieron muchos dirigentes deportivos, desconocedores de la inversión que conlleva dar mantenimiento a obras de esa envergadura. Se han realizado Juegos Nacionales en ciudades que ni siquiera están en capacidad de dar buen uso a un pequeño centro escolar donde estudian sus propios hijos.
No han valido los argumentos de que es necesario detenerlos, debido a que desde San Francisco de Macorís, en 1979, hasta Monte Plata, en 2005, se han invertido miles de millones que hoy, con muy raras excepciones, están prácticamente abandonados.
Las pruebas más contundentes de este extraordinario desastre, en un país que se está cayendo a pedazos, se pueden observar en La Barranquita, Santiago; San Francisco, San Pedro, Barahona, Mao, Moca y La Romana.
Las únicas que se mantienen más o menos adecuadas son las de San Juan de la Maguana y Monte Plata. Ese desastre debe detenerse, hasta que se esté en capacidad de dar mantenimiento adecuado, sin necesidad de que sea el Estado el que tenga que aportar hasta un tornillo para un sanitario.