Existen diversas razones para que se genere el olvido consciente o inconsciente.

En la mayoría de los casos, se hace consciente, producto de los intereses envueltos, con el objetivo de darle de lado o no solucionar el problema que está por delante.

En muchas sociedades, la nuestra no escapa en lo más mínimo, el olvido ha sido una forma de abortar pedidos de poblaciones en particular o de la sociedad en general.

Ello se logra creando problemas o casos con igual, menor o mayor transcendencia, los que se publicitan al máximo.
La mejor explicación del olvido es que es una acción involuntaria, en muchos de nuestros casos no es así, que consiste en no recordar o guardar en la memoria información adquirida.

A menudo, aseguran los estudiosos de la conducta humana, el olvido se produce por el “aprendizaje interferente”, que es el que sustituye a un recuerdo no consolidado en la memoria, y lo “desaparece” de la conciencia, pero cuando se tienen las pruebas documentadas y sustentadas de un todo, no es posible que desaparezca de la conciencia.

No hay forma de justificar que expedientes de corrupción con peso específico, porque afectan a la sociedad en general, se esfumen de la conciencia de quienes están ahí para darles soluciones satisfactorias.

El método que más se emplea en nuestro país es dejar que un hecho barra con otro, haciendo uso de que lo importante de hoy mañana se pierde en el olvido.

Ahora, ¿cómo es posible que nuestro flamante procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, haya “olvidado” por completo el expediente muy bien documentado sometido a ese organismo, que denuncia el robo de cerca de dos millones de metros del complejo deportivo de La Barranquita en Santiago? ¿Mala memoria u olvido premeditado?

Igual ocurre con el alcalde de Santiago, Abel Martínez, quien se presenta como un adalid en defensa de los mejores intereses de esa ciudad.

El país espera, porque La Barranquita no debe quedar en el “olvido”.