¿Quién ha dicho que todo está perdido?

¿Quién ha dicho que todo está perdido?

¿Quién ha dicho que todo está perdido?

Altagracia Suriel

El año 2015 fue un año de horror en muchos aspectos. La violencia se ensañó con nuestro país. El último mes de diciembre coronó la saña del mal con la tragedia de “Juancito Sport” y los muertos de fin de año.

No solo la violencia hizo sus estragos, también presenciamos el espectáculo del descrédito del sistema judicial con denuncias y sometimiento de jueces por actos de corrupción.

Se debilitó la confianza de los dominicanos. La desazón llevó a más de uno a expresar su deseo de irse del país y buscar nuevos horizontes.

La perplejidad ante la decadencia moral de la sociedad dominicana puede hacer perder la esperanza si miramos hacia afuera. Pero si miramos hacia el interior de cada uno veremos que no todo está perdido, si como dice Mercedes Sosa, ofrecemos nuestro corazón.

Ofrecer el corazón es apostar por lo bueno porque sabemos que somos buenos y que en nosotros está construir la paz.

Ofrecer el corazón es poner la confianza en Dios y en el valor del ser humano, no en lo material que ensordece, enceguece e impide ver que la vida es más que dinero, poder, afán de lucro o gloria.

Ofrecer el corazón es apostar por nuestra familia como el bien más valioso que tenemos. Al fin de cuentas en familia nacemos, nos desarrollamos y morimos. Optar por la familia implica asumir con responsabilidad la formación de los hijos, educándolos para la vida en sociedad, no para el consumo y el estatus.

Los frutos de la violencia que estamos viendo son la cosecha de generaciones perdidas que el ejemplo que han recibido de sus hogares y del entorno es el “cuánto tienes cuánto vales”.

Ofrecer el corazón es hacer resurgir la educación humanista que como dice la filósofa Marta Nussbaum está en pugna con la “educación rentista” que nos ha legado el homo economicus.

Resucitar la educación humanista es formar personas con pensamiento crítico, orientadas a la ética y a la convivencia basada en la aceptación mutua y la tolerancia como único camino de la paz.



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