¿Queremos que se haga justicia?

¿Queremos que se haga justicia?

¿Queremos que se haga justicia?

Cada ciudadano constituye para sí mismo un sistema de justicia. En ese orden queremos una justicia imparcial, correcta; y la demandamos por todos los medios a diario, pero somos muy tolerantes y permisivos a la hora de juzgarnos a nosotros mismos.

Todos los días nos otorgamos libertad bajo palabra, nos perdonamos las infracciones de tránsito, tratamos por todos los medios de evadir impuestos y vulnerar las fronteras con todo tipo de tráfico. En cambio, cuando se trata del otro, exigimos todo el peso de la ley.

En los países desarrollados, donde impera el peso de la ley, y donde los funcionarios actúan de acuerdo a un sistema de justicia y valores propios, estos presentan su renuncia cuando les fallan a la sociedad que le sirven.
En la República Dominicana esa discrecionalidad no abunda en nuestros funcionarios.

Son responsables de la quiebra de bancos, el dedo los señala en la pérdida millonaria de siembras en los campos, atentan contra la exportación de productos agrícolas, enfermos por falta de correctivos a tiempo; fallan en el control de precios en productos básicos de la canasta familiar; se hacen de la vista gorda en la tala indiscriminada de árboles y el saqueo de la cuenca de los ríos.

No imponen controles a los precios de los pasajes, y un largo etcétera.

Aun así, con este rosario de fallas y errores atribuidos a ellos y las carteras bajo su responsabilidad, no tienen el decoro de dejar la posición. No se dan por enterados.

Están ahí, aferrados a una posición para la que no son eficaces. De ese cargo se van cuando el presidente de la República firma el decreto para sustituirlos.

Algo en lo que el presidente también se toma su tiempo. Un tiempo que, en la inmensa mayoría de las veces, son cuatro años.

¿Queremos que se haga justicia? Empecemos por nosotros mismos.



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