¿Qué significa domesticar?

¿Qué significa domesticar?

¿Qué significa domesticar?

José Mármol

En medio de una gran revolución tecnológica y de un inédito giro digital, que han transformado el estilo de vida, la cultura, la producción y el consumo, se exhibe, al mismo tiempo, un inaceptable proceso de neobarbarización o neotribalización, que coloca al instinto por encima de la razón y la pulsión de muerte más allá de la esperanza de vida. Vivimos hoy con más miedo que ilusión.

Por ello, al concederme la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa) la distinción de doctor “honoris causa”, en su septuagésimo octava graduación ordinaria especial de la sede de Santiago, el pasado día 11, de entre mis preocupaciones, al redactar el discurso de orden, la que con más fuerza me ocupó fue la del futuro de dos niños, mi sobrina-nieta Sarah María y mi nieto Gonzalo José; y con ellos, el futuro de todos los niños de la sociedad global, frente los que tengo una responsabilidad.

Ante esas inquietudes pesarosas, recordé aquella pregunta que el personaje del principito, en la obra homónima de 1943, del aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupèry, formulara en su visita a la tierra al zorro con que se encuentra, luego de dialogar con una flor. El principito invita al zorro a jugar.

Este le responde: “No puedo jugar contigo… No estoy domesticado”. El pequeño príncipe le pregunta: “¿Qué significa ´domesticar´?”.

El zorro, que solo veía frente a sí la amenaza de los pasos y las escopetas de los cazadores, de los que debía huir con frecuencia, le responde: “Es algo demasiado olvidado… Significa ´crear lazos´…”. Y añade: “Para mí, tú no eres todavía más que un niño parecido a cien mil niños.

Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo… Si me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol… ¡Por favor, domestícame! (…) Solo se conocen las cosas que se domestican (…). Si quieres un amigo, domestícame!”

(El Principito/The Little Prince, España, Enrique Sainz Editores, 1994, pp.91-94). La amistad y el conocimiento del otro derivan del acto de domesticar, que viene del vocablo latino “domesticus”, cuyo origen es el término “domus”, es decir, casa u hogar.

Domesticar significa la puesta en vigor de la necesidad gratificante del otro ante el cual soy responsable. Porque, el sentimiento de autoestima no puede ser generado por uno mismo en sí mismo. Es el otro, dice Byung-Chul Han, el que “me resulta imprescindible en cuanto instancia de gratificación que me ama, me encomia, me reconoce y me aprecia.

El aislamiento narcisista del hombre, la instrumentalización del otro y la competencia total destruyen el clima de gratificación.

Desaparece la mirada que confirma y reconoce. Para una autoestima estable me resulta imprescindible la noción de que soy importante para otros, que hay otros que me aman” (La expulsión de lo distinto, España, Herder, 2017, p.42).

El culto narcisista al sí mimo, como individuo o como nación, nos produce una falsa autenticidad y nos mutila la capacidad de entregarnos a los demás; nos cercena la impostergable necesidad de ser solidarios para una mejor convivencia.

La domesticación implica una acción humanamente irrenunciable, sino a costa de graves e impredecibles consecuencias, de acuerdo al razonamiento de El Principito. Se trata de la responsabilidad.

“Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado” (p.96), sentencia el zorro al principito. La responsabilidad es un valor en franco deterioro hoy día. Estamos compelidos a restaurarla a toda costa.



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