Que pida perdón o que no venga

Que pida perdón o que no venga

Que pida perdón o que no venga

Rafael Chaljub Mejìa

Me solidarizo plenamente con la idea del doctor Rafael Molina Morillo de que el gobierno del presidente Danilo Medina demande formalmente que la Organización de Estados Americanos –OEA-, pida perdón al pueblo dominicano, como condición para permitir que esa entidad se reuna en nuestro país el año entrante.

Con esa propuesta hecha hace varios días el doctor Molina Morillo es coherente con la actitud gallarda y digna que asumieron los medios de prensa que él dirigía ante el ultraje de la intervención militar de 1965. A pesar del precio que esos medios y su personal pagaron cuando el 5 de octubre de 1965 un acto terrorista voló las instalaciones de la revista Ahora y mató a dos de sus empleados. Eso es historia y es pertinente recordarlo.

A la OEA le caben gravísimas culpas de las tragedias provocadas por aquella intervención. Estados Unidos dispuso el desembarco del 28 de abril de 1965 y la OEA le dio un barniz de legalidad internacional.

En una decisión que para hacer mayoría tuvo que contar con el voto de Antonio Bonilla Atiles, canciller del Triunvirato golpista que hacía cerca de una semana no existía al ser derribado por el pueblo en armas. Pocas veces el pudor público había sufrido una ofensa tan grosera.

La OEA apadrinó a las tropas invasoras, las hizo suyas bajo el nombre de Fuerza Interamericana de Paz. Ese agravio nunca debiera echarse al olvido. Recuerdo que en 1970, a cinco años apenas de la intervención, esa misma OEA acordó reunirse en territorio dominicano. Gobernaba el presidente Balaguer, que ofreció el país como sede, pero el repudio del pueblo fue tan contundente que la OEA tuvo que irse con su música a otra parte y sesionar en Washington.

Por demás, la OEA es un anacronismo. Una entidad creada por los norteamericanos como otro instrumento de la Guerra Fría. Se fundó en 1948, en el mismo año en que nació la CIA.

El ministerio de colonias yankis, se le llamó con mucha agudeza a la OEA, y nunca esa condición quedó tan evidente como en los días fatídicos de la intervención de 1965. Que pida perdón siquiera, porque si con ello no repara el daño que nos causó, al menos la obligamos a ese gesto simbólico. Si no, que se vaya otra vez. Ojalá la sugerencia del doctor Molina Morillo cobre fuerza.



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