¿Qué pasa en nuestra sociedad?

¿Qué pasa en nuestra sociedad?

¿Qué pasa en nuestra sociedad?

En la sociedad dominicana se producen hoy anomalías y aberraciones sociales e individuales que llevan a una clara conclusión: existen graves males sociales de fondo.

Una sociedad en que individuos extraen un ataúd para robárselo, en que al ocurrir un accidente hay personas que se acercan al accidentado para sustraerle sus pertenencias, en que se apedrea un vehículo para que su conductor se detenga y asaltarlo, en que se montan laboratorios para la fabricación de medicamentos falsos, en que se asesina a una persona indefensa para robarle su celular, en que centros médicos privados no prestan servicio de emergencia a un paciente que no satisface el requerimiento económico o de seguro de manera inmediata, en que a los trabajadores se les acorta la vida o los medios para sobrevivir pagándoles pírricos salarios, en que se acometen actos de violación a menores y envejecientes, es una sociedad enferma, en degradación.

Varias de las anomalías antes señaladas son de naturaleza distintas y tienen causales diferentes; pero todas revelan la existencia de una sociedad que sufre deformaciones de gran calado que se deben afrontar de una manera integral y sin dilación alguna.

Los males de nuestra sociedad se deben abordar no con poses ocasionales, sino con medidas permanentes destinadas a superar el apartheid social que somos.

Un informe de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estableció que para el año 2014 el 72 % de la población dominicana se encontraba dentro de condiciones de pobreza o de vulnerabilidad. El enfrentamiento de nuestros males pasa, asimismo, por el sustancial mejoramiento de la calidad de la educación y por la consolidación de la institución familiar.

El resquebrajamiento de una gran cantidad de núcleos familiares en República Dominicana, donde el rol de la “masculinidad” deja tantísimo que desear, tiene que ser corregido.

A este respecto, se hace imperioso que el Estado garantice “la protección de la familia” como se consagra en nuestra Constitución vigente, dejando de ser este planteo de protección, letra muerta para una porción considerable de grupos familiares del país.

Junto a una serie de medidas de corte social, económico, cultural e institucional, es perentorio trabajar los valores éticos, morales, cívicos en nuestra sociedad, trabajar a plenitud la promoción de los valores que propenden al progreso individual y social. Diversas vías y métodos sirven para promocionarlos.

Pero los más efectivos son los que se canalizan a través de la pedagogía del ejemplo. Para transmitir esos valores lo más importante no es lo que se dice, sino lo que se hace.

Lo que se hace en la casa, en la calle, en la oficina, en el trabajo, en la escuela, en la universidad, desde el congreso o desde el palacio.

Hoy debe ser preponderante nutrir y difundir los valores espirituales, morales y éticos. Pero esta es una labor contracorriente, difícil, máxime si convenimos que en sentido general el comportamiento de “los de arriba” es un referente a imitar por “los de abajo”.

Frente a la gran diversidad de anomalías y aberraciones que aquí hemos expuesto, somos partidarios de un plan de acción inmediato, integral y profundo.

La solución duradera no es “dar pa’bajo” a los que delinquen, ni “que venga Trujillo oCandelier”. Además de lo que ya hemos visto, la solución pasa por aplicar la ley, y aplicarla sin discriminaciones.

Pasa por luchar firmemente contra el delito, la corrupción y por el fin de la impunidad, tal como ha venido planteando acertadamente el Movimiento Verde y la Marcha Verde en la República Dominicana.



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