¡Qué jueves, el de mañana!

¡Qué jueves, el de mañana!

¡Qué jueves, el de mañana!<BR><BR>

El de mañana promete ser un jueves histórico. Ojalá no sea también un día trágico. El depuesto presidente Miguel Zelaya ha anunciado que mañana  retornará a su país, Honduras, de donde fue sacado a la fuerza por los golpistas que usurparon el poder y están aparentemente dispuestos a retenerlo a cualquier precio.

Para acompañar a Zelaya en su temerario, pero justificado intento, se han ofrecido –hasta el momento de escribir estas notas- el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, y la presidenta de Argentina, Cristina Kischner. Tal vez se sumen al grupo, de aquí a mañana, otros “presidentes voluntarios” para participar en la singular tarea de rescate.

Trato de imaginar, y no puedo, cómo será la escena de mañana en el aeropuerto de Tegucigalpa (si viajan por avión) o en algún lugar fronterizo (si lo hacen por tierra). ¿Tratarán de apresar al Presidente derrocado? ¿Qué harán, en ese caso, los dignatarios acompañantes? ¿Habrá empujones, o tiros, o sólo palabras?

Lo cierto es que buena parte del mundo tiene sus ojos puestos en Centroamérica, como espectadora de una película de suspenso, con la gran diferencia de que en este caso no se trata de un entretenimiento, sino de un episodio histórico en el que están en juego principios y valores fundamentales. Porque de lo que pase este jueves dependerá, seguramente, el triunfo o el fracaso de la legalidad y el derecho. Dependerá, asimismo, la vida o la muerte de la esperanza en nuestra América.



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