Que Dios nos proteja, de los vendedores de ilusiones y “La Palabra”

Que Dios nos proteja, de los vendedores de ilusiones y “La Palabra”

Que Dios nos proteja, de los vendedores de ilusiones y “La Palabra”

Porque… “Solo le pido a Dios, que tenga

Piedad con el alma de este ateo”

“El hombre, en su orgullo,

creó a Dios a su imagen y

semejanza”.

F. Nietzche.-

         Lo ideal sería, iniciar afirmando que fui criado en un hogar católico y quizás por eso, lo soy. Pero, eso sí, sin llegar nunca al fanatismo. Porque de una u otra manera, el hombre siempre ha buscado en lo etéreo, las respuestas a sus insatisfechas ilusiones y ambiciones. Y muy a pesar de saber, como dijo un gran pensador: ¡Qué viles y crueles cosas hacen los hombres por amor a Dios! Sencillamente, creo en Dios y con eso me basta.

         Sin profundizar mucho en estos vericuetos nunca limitados, ni las  fronteras del pensamiento, parecería extraño que hoy día, aun nos comportemos como los antiguos pueblos, donde en todo existía la voluntad divina para decidir los destinos del pecador, tal y como encontramos en uno de los libros más antiguos del pueblo hebreo “Las aguas amargas”, el cual muchos estudiosos lo han considerado como un “juicio de Dios”.

         Hoy vivimos una guerra sin batalla con relación a las creencias y las manifiestas ausencias de lo moral y los principios básicos que sustentaban, cual fuertes portentos, el buen proceder del ser humano. Nos han conducido a un incremento increíble de nuevas sectas y “religiones” que sin duda alguna se han convertido –además de las drogas–, en el gran negocio de la década.

         Sin ningún tipo de seriedad, aunque con mucha perversa profesionalidad, utilizan la palabra, para engatusar y adormecer a las “pobres ovejas”, desubicadas por una serie de carencias y penurias y a otros tantos con comportamientos bipolares que los convierten en simples instrumentos para la obtención de sus endiabladas ambiciones. Los transforman en simples instrumentos para ser explotados mediante la oratoria convincente, haciendo uso abusivo de la verdadera y real “palabra”. Porque, parodiando a Budas, ¿Cómo se puede considerar religioso, al que está repleto de concupiscencia y codicia?

         Las sectas y nuevas religiones han crecido y progresado tanto en número como material, que más bien se parecen a uno de estos “ventorrillos” de tráfico de influencias y buscadores de las ubres del estado, que ostentosamente les llaman partidos políticos –esos mismos que en base a millones y millones de pesos, apenas llegan a obtener una cantidad de votos, que con mucho apuro, apenas se notarían en una cancha de baloncesto-, pero, que ya no hay rincón del país, donde no exista una “cosa de esta”. La proliferación y semejanza  a estos partidos, ha sido tanta, que hasta para los nombres, se les ha agotado la imaginación.

         Todo lo anterior y más han logrado. Con sus presagios y conversaciones con “El Señor”, han llegado a un real y manifiesto oligopsonio, esto es, que han constituido un gran mercado, colmado por un inmenso número de vendedores, frente a un reducido número de compradores. Los primeros, esto es, los partidos, vendiendo palabras e ilusiones y los segundos, vendiendo solo “la palabra”.

         Pregonan, fruto de sus “conversaciones con el de arriba”, entre tantas cosas, una gran ordalía o juicio de Dios, como en la antigüedad, sometiendo al acusado a una serie de actos que de sobrevivir o no salir muy ajado, entonces se sobreentiende que Dios lo considera inocente y no debía recibir castigo.

         Dónde esto llegará, es difícil de predecir. No existe a la vista ninguna autoridad que haya propuesto solución alguna, quizás lo hagan como siempre, después que el mal es menos grave que el remedio. El decir que una persona o grupo de personas, son curadas de graves enfermedades, con solo uno de estos “señalados” dizque oral y después de hablar con “el señor” ponerle las manos en las partes afectadas o en la frente, diciéndole que ya por “la gracia del señor” está curada, no es más que un crimen. Es jugar con el sufrimiento ajeno, manipulando su mente con sentencias bien aprendidas de “la palabra”.

         En algún lugar leí, que las personas que caen en estas cosas, no distinguen entre el significado ético de la conducta y lo que ellos creen. Consideran que todo lo que vaya en contra de eso es un ataque contra la justicia y la virtud, esto es, “la palabra”. Por eso y solo por eso, es que llegan, como tantos han llegado, a tal fenómeno atroz que obnubila hasta el pensamiento y que recibe el merecido nombre de… ¡ fanatismo!

        Mientras estos señores se aprovechan cosechando todos los bienes materiales que en verdad colman lo que es su máxima aspiración, solo se escucha, para los pobres faltos hasta de esperanza, la obtención del bien supremo o súmmum bonum, el famoso paraíso en el cielo después de la muerte. No existe nada más que colme los anhelos de los que son pastoreados, ese lugar donde no existe nueva volición, ningún motivo, solo llegar a ese idílico sitial donde moran los dioses y sus ángeles. Simplemente un absurdo, que reporta un supuesto goce por siempre, inextinguible. Reitero, un simple inconcebible absurdo, tan impensable como imposible. Si desean, después podemos continuar. ¡Sí, señor!



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