En todas las épocas, aunque parezca un atrevimiento, los deportistas siempre han recurrido al uso de artimañas y substancias para obtener ventajas y por ende la victoria.

En los primeros tiempos se recurría a medicamentos, al parecer sin la potencialidad sobre el atleta, como sucede ahora, en que los grandes laboratorios han perfeccionado muchos sumamente difíciles de detectar.

Organismos rectores de muchos deportes han sido, aunque no lo admitan, promotores, y permisivos con el consumo, de lo que hoy conocemos como esteroides por parte de sus atletas.

Por ejemplo, los récords que se implantaron cuando el atletismo llegó a su momento estelar, en más de un 80% fueron producto del uso de sustancias prohibidas.

El béisbol de Grandes Ligas, que tampoco lo ha admitido y quizá no lo hará nunca, debió tener conocimientos de que la producción ofensiva se disparó a finales del siglo pasado por el uso de anabólicos, al punto de que hoy están en el ostracismo sus elementos más representativos de entonces.

Erradicar esa práctica va a ser muy difícil, a pesar de los controles que se han perfeccionado en los últimos años, debido a que aplican el dicho de que “quien hizo la ley, hizo la trampa”.

¿Aplicar sanciones más severas, como criminalizar el dopaje, sería la solución a este grave problema en el deporte?