La sociedad moderna ha abierto el espectro de observación de las naciones y sus políticos con respecto a la garantía de los derechos humanos y sus disputas políticas internas.

Los instrumentos modernos de la comunicación electrónica han convertido al mundo en una verdadera aldea global, en la que difícilmente se puedan esconder fenómenos o sucesos.

El intercambio de presos entre Estados Unidos y Cuba puso de manifiesto que en ambos casos éstos Estados reconocen que los detenidos estaban presos por asuntos políticos, aunque hubiera razones jurídicas para su detención.

Los dominicanos y gran parte del mundo se solidarizaron por años con Nelson Mandela mientras estuvo preso por su oposición al apartheid en Sudáfrica, aunque su detención tuviera justificantes jurídicos en ese país.

Sin embargo, gran parte de ese mismo mundo ignora la situación que vive un independentista puertorriqueño de nombre Oscar López Rivera, preso desde hace 33 años por acciones cometidas como parte de su lucha por la independencia de Puerto Rico. Todos sus compañeros arrestados ya han sido liberados, menos él.

Fue condenado por la justicia de Estados Unidos, justo el país que él combatía en sus intentos porque Puerto Rico obtuviera su independencia absoluta.

Esos años han pasado y las luchas usando métodos violentos también, por lo tanto es de justicia reconsiderar ese caso que, para muchos dominicanos es extraño, pero que tiene un gran simbolismo.