Policía Nacional deficiencia congénita y una cirugía inevitable

Policía Nacional deficiencia congénita y una cirugía inevitable

Policía Nacional deficiencia congénita y una cirugía inevitable

En el tema Policial  en República  Dominicana, nada es insólito y todo cae en el bacanal de lo posible. Aunque policía significa buen orden, urbanidad y cortesía en el trato y costumbre, desde su origen prístino la misión del cuerpo armado ha sido confusa.  Mirar de Grecia a Roma, en esclavitud, feudalismo, socialismo y capitalismo actual, la función policial nunca ha sido clara.

En la República Dominicana con una hilaridad que impresiona, esta nebulosa ha sido permanente. Ya sea como Hermandad de Cofradía; Santa Hermandad Vieja; o la Gendarmería Francesa (versión haitiana impuesta por Toussaint y que perduró hasta la constitución del 6 de noviembre de 1844, donde se consagra la policía municipal al estilo norte americano), la línea es la misma.

Las vicisitudes, invasiones y atropello a la soberanía marcaron esa institución como un cuerpo inestable, hasta que el 02 de marzo de 1936, Trujillo emite el decreto 1523 creando la Policía Nacional que críticamente sobrevive hasta hoy.

Aunque la policía se concibió como un cuerpo civil, siempre se resistió a aceptar esa realidad. Sus miembros se asumen como militares, condición que ningún mandato legal le asignó.

Hoy la Policía Nacional está instituida por el artículo 255 de la Constitución, cuya misión le define como “un cuerpo armado, técnico, profesional de naturaleza policial, bajo la autoridad del Presidente de la República, obediente al poder civil apartidista y sin facultad, en ningún caso para deliberar”. He ahí la gravedad de lo ocurrido en San Francisco de Macorís.

La parte infine del citado artículo le enfoca cuatro mandatos básicos: 1– Salvaguardar la seguridad ciudadana; 2-Prevenir y controlar los delitos; 3-Perseguir e investigar las infracciones penales bajo la dirección legal de la autoridad competente; y  4-Mantener el orden público para proteger el libre ejercicio de los derechos de las personas y la convivencia pacífica de conformidad con la constitución y las leyes.

La realidad en que la Policía Nacional subsiste,  no es la que se concibe en la Constitución, algo en  lo que tiene mucha responsabilidad el Congreso, porque allí se deben generar las leyes que la necesidad demanda, a la prisa requerida. 

El rumbo de la P.N. no está más alocado por la irrupción del señor Franklin Almeida como Ministro de Interior, el cual puso un narigón con sus alertas, que le evitó irse totalmente al precipicio institucional y social. Actuaban como vacas sagradas y nadie le ponía el dedo sobre la llaga, no olvidemos sus controversias originales con los Jefes de Policías por no someterse a reglas, pues hasta la constitución de 2010 la PN era un departamento rebelde de Interior y Policía.

Hay que definir el rol de la policía en una ley orgánica, que cubra los dispositivos que le da la Constitución de la República, pero no se puede estar inventando, ya abortó el proyecto de transformar la PN en un órgano técnico judicial.  Creo que los principales abortistas sólo miraron el lado flaco de la cosa gorda, como dijera Narcisazo. Muy bueno que así ocurriera, pues hubiese sido sólo un parche. 

La gangrena destapada por la acción de un grupo policial que rescato de la cárcel a uno de los suyos en San Francisco de Macorís, que había sido sentenciado a medida de coerción por un crimen, es indefendible, aunque ejecutara a un delincuente temido,  como parece. 

Al evaluar los argumentos de responsabilidad asumido por el General de la Cruz Reyna, separado de las filas por los hechos, tengo mis reservas, la hoja de vida de este oficial civilista, ex director del Programa Barrio Seguro, de la Policía Comunitaria,  Director de Deportes y diligente actor de causas nobles me dicen que algo olía mal en ese escenario y que el linchamiento al agente policial estaba en proyecto. Un hueso duro, un potencial Jefe de la Policía, víctima de las circunstancias y de su propia grandeza le despeja el camino a otros aspirantes.

El retiro o cancelación de 40 oficiales y alistados es de rigor.  Gracias a Dios el agente está vivo y no culpable hasta que un tribunal competente determine su estatus.

El episodio aflora cosas muy buenas; tomarlo como excusa para acelerar y profundizar la transformación policial. Los liquidados buenos y malos pagaron el precio.

Muchas manos se frotan, tenemos serias dudas sobre la policía existente pero,  ojo pelado, que aquí instituciones y personas que nunca han pegado una quieren desacreditar, no para mejorar, sino para sembrar caos y morir con la satisfacción de decir, yo lo dije.

Aspiro sólo que el policía sea lo que tiene que ser, policía. Hoy el policía es un mago y para vivir con lo que le pagan tendrá además que ser ladrón. Da rabia que una sociedad casi obligue a una persona a hacer lo malo.

Lo que pasa que en la PN es parte de la inmensa oscuridad en que se encuentran otras instituciones podridas que deben recibir una iluminación profiláctica con un nuevo orden legal.

Si hay más de 40 mil policías y sólo 14 mil hacen tareas propias de su mandato legal, como se afirma en los corillos de opinión, suprimiendo la mafia del coronelato y el generalato, hay fondos suficientes para triplicar de arrancada el sueldo de un pobre policía.

Hay que profesionalizar ese órgano y convertirlos en verdaderos agentes de la ley para la protección y convivencia democrática.

El día llegará cuando para captar nuevos policías se haga por concurso público. Ser Policía algún día será motivo de orgullo.  La única autoridad que necesitamos es la que sea capaz de imponer el imperio de la ley en justicia y democracia.



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