Pobre patria mía

Pobre patria mía

Pobre patria mía

A un lado y por momentos, depongo mi pasión por el arte de las bellas letras y por el animal más hermoso y evocativo de la creación: el caballo. Los problemas sin embargo que desfilan a diario en todos nuestros medios son de tal magnitud que absorben e inquietan mi acuciosa atención.

El acto primitivo escenificado por un grupo de maleantes (posiblemente bajo los efectos nocivos de estupefacientes) inmisericordes y ensañados contra un joven en un barrio de Villa Mella; ya maniatado, estos salvajes lo arrastran sobre el fango putrefacto para terminar su perversa faena con las llamas que consumían el cuerpo de ese joven ya indefenso.

Mi inmediata reacción de incredulidad ante un hecho tan atroz e indigno de lesa humanidad, no se hizo esperar. Y añado a este trágico y esotérico relato la inesperada sentencia de una “ilustre” juez que obligaba la devolución de unos veinte millones de dólares a los constructores de la torre Atiemar.

Dicha torre, perteneciente al narcotraficante español Arturo del Tiempo, ya preso en su país; y tiempo fatal fue aquél que para cometer sus fechorías, ese señor se valió de la benevolencia de las autoridades del PLD en nuestro país

Pero esta interminable lista de engaños y útil demagogia sigue su agitado curso, siempre a merced de los insólitos políticos reinantes, sin diferir de aquellos de un pretérito reciente.

Ellos prometen para no cumplir; prometen “para hacer lo que no se ha hecho” (ni harán), pero siempre a costa del sudor honrado.

Falsean documentos y aprobaciones de antivalores. ¿Acaso habrán tenido tiempo para “dialogar amablemente” con la quinta juez designada para aclarar el litigio de la sentencia al “honorable senador” de San Juan de la Maguana? Ya veremos…

Del otro lado de la isla, los haitianos “protegen a su pueblo” al impedir la entrada de nuestros productos y exponen sin misericordia a la clase indigente a una hambruna extraordinaria que los lance a nuestro suelo, mientras nosotros imploramos sin pudor el ya negado e inútil diálogo bipartito.

Y por ende se repite el regreso progresivo de la ola parda desdeñada en su país, que se funde con la nuestra en el empleo de extrañas y diabólicas formas de acabar con la vida de nuestros semejantes.

Es la manera haitiana de responder a nuestro debatido Programa de Regularización.
En vez de refugiarnos en la premisa de que somos uno de los países de América Latina con mayor población de analfabetos, y de conformarnos con el también resonado Plan Nacional de Alfabetización, vayamos al razonamiento filosófico cartesiano que nos dice:

“Pienso, luego existo”, tomándolo como estandarte para decir a voz en cuello que somos muchos los dominicanos pensantes y que no podemos caer presa de subterfugios y limosnas demagógicas que nos involucran con las obligadas clases más desamparadas.

No hay respeto por las leyes y la justicia no resuelve; pero tampoco se respeta el derecho de educarnos moralmente y sobre todo, el derecho de vivir con dignidad.

Intuyo que estamos en la víspera de una anarquía inevitable que nos devuelve sin aliento a las etapas más oscuras de la historia, pero sin perder el debido optimismo para poner punto final a esta desgarradora muestra de lo que ahora ocurre en esta pobre patria mía.

No hay respeto por las leyes y la justicia no nos basta; pero tampoco se respeta el derecho de vivir. Intuyo que llegamos a una anarquía irrefrenable que nos devuelve sin aliento a las etapas más oscuras de la historia siempre con el optimismo de poner un punto final a esta desgarradora muestra de lo que ocurre ahora mismo en esta pobre patria mía.



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