La inflación existe. Ya no tiene que decirlo un organismo autorizado como el Banco Central de la República Dominicana.

Este fenómeno económico se siente a diario en los hogares dominicanos reflejado en el alza de los precios.

En la canasta familiar hay una sensible incidencia. Sobre todo por los productos de consumo masivo que cada día por diversos factores se elevan de precio, encareciendo la canasta familiar.

Muchos se convierten, de día en día, en artículos de lujo. Otros, de ser consumidos, pasan a comprarse en menor cantidad.

Eso ocurre con artículos que duele mencionar, como la carne, la leche, el bacalao, filete y con espinas, algunas mantequillas, la chuleta ahumada, la avena importada, las pastas y los medicamentos, que ya entran muy frecuentemente en la compra ordinaria de una familia.

El mercado fija los precios, por lo que las autoridades llamadas a velar por la sanidad del mercado tienen la responsabilidad de evitar distorsiones que puedan afectar al productor o al consumidor.

Son muchos factores combinados que deben articularse. Sin una verdadera voluntad que incida en transparentar, primero, esta realidad; y segundo, que haya una política salarial justa, el crecimiento de la economía se sentirá poco. Necesitamos un mayor equilibrio del mercado que se refleje en una inflación controlada.