Peligro real del slacktivismo virtual

Peligro real del slacktivismo virtual

Peligro real del slacktivismo virtual

José Mármol

La palabra “slacktivismo” es un neologismo basado en una raíz anglosajona. Se trata del adjetivo “slack”, que en español es sinónimo de vago, flojo, descuidado, perezoso, lento, negligente o muerto.

El término cobra sentido en una frase como: “business is slack” (hay poco movimiento o poca actividad en el negocio); o bien, “to be slack about one’s work” (desatender o ser negligente en el trabajo).

Zigmunt Bauman eleva a concepto sociopolítico el término “slacktivismo” en el marco de un diálogo, publicado póstumamente, con el periodista y escritor Ezio Mauro, exdirector del diario italiano La República, que se titula Babel (Trotta, 2017).

Bajo una atmósfera de globalización insensible, terrorismo, fundamentalismo religioso, proteccionismo y resurgimiento de fósiles ideológico-políticos falsarios y radicalistas, Bauman, quien reconoce que para salvarla de la autodestrucción y de la falsa libertad del orden digital la humanidad tiene por delante un “trabajo de largo aliento” que realizar, aboga, nuevamente, por la imperiosa necesidad de diálogo.

Un diálogo serio, informal, abierto, cooperativo, basado en la buena voluntad, porque de ella derivarían la comprensión recíproca, el beneficio mutuo y la confianza, aunque esta no sea ni absoluta ni incondicional. Admite, con Richard Sennett, que un diálogo de este jaez no es tarea fácil ni asunto divertido.

Requiere de una fuerte determinación, resistencia ante posibles resultados adversos, un clarísimo sentido del objetivo ulterior, mucha habilidad y la disponibilidad a admitir los errores propios junto con el arduo y laborioso deber de repararlos.

Además, esa actitud dialógica exige de calma, equilibrio y paciencia.

Junto a las citadas tendencias peligrosas que ponen en riesgo ese diálogo, a fuerza del secuestro de la eficacia del lenguaje y su significado por efecto del poder como dominio y del espejismo de la comunicación digital, existe la del “slacktivismo” o activismo lento, estimulado por las redes sociales, pero, limitando la participación combativa de los individuos frente a males políticos y sociales a apenas clicar “me gusta” o publicando un tuit, con lo que se crea la hueca ilusión de que de esa forma participan o hacen algo concreto por el cambio o las reivindicaciones.

Bauman ve en el slacktivimso una actitud peligrosa por sus seductoras promesas de un confort físico y espiritual, y una virtual ausencia de riesgo que, en más de un sentido predispone a sus seguidores a olvidar lo que el original activismo significaba.

Este proceder da lugar a una suerte de militancia light o pasiva, con efecto volátil y ausencia de compromiso.

Ese activismo lento llegó a atribuir un protagonismo demasiado entusiasta a las redes sociales en la llamada Primavera árabe, tratándose de países con relativamente pocas comunidades virtuales y, en algunos casos, con un control absoluto, desde el poder, de la comunicación en red.

La cadena Al-Jazeera, por ejemplo, indicó que en la capital iraní, Teherán, solo había unas cuantas decenas de cuentas de Twitter abiertas y activas en aquel momento, habiendo sido los medios convencionales como el teléfono y la comunicación boca-oreja o puerta a puerta los mecanismos más eficaces para llamar a las concentraciones y revueltas sociales.

El activismo lento de las redes sociales no lleva implícito el espíritu, mucho menos el germen, de la democracia como sistema.

El slacktivismo, antes que a cambiar el orden establecido o a mejorar las condiciones y limitaciones de la sociedad, podría crear, por el contrario, un efecto de simulación transformadora, que deje intactala continuidad del orden establecido, liberando a los sujetos cibernéticos de su responsabilidad ciudadana,y dejando rezagados los derechos humanos y los avances de la democracia en el mundo.

Las promesas del orden digital pueden derivar en desilusión.



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