Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, recitó el extinto poeta chileno Pablo Neruda; y ciertamente, todo ha venido cambiando rápidamente en un mundo competitivo caracterizado por el surgimiento de nuevos actores en el concierto de naciones.

Ante esos cambios vertiginosos, si no se está atento, se corre el riesgo de perder la perspectiva al momento de analizar determinados acontecimientos y situaciones que ocurren diariamente a nivel planetario.

Podríamos aterrizarlo a la República Dominicana, estableciendo la realidad de que cuando determinadas organizaciones no gubernamentales (ONG ) y agencias de gobiernos desarrollados la colocan entre las naciones más corruptas del mundo, que brinda poca colaboración para el combate del narcotráfico o situada a la cabeza en el fomento de una supuesta apatridia en perjuicio de hijos de extranjeros ilegales nacidos en su territorio.

Una primera lectura daría por ciertos esos señalamientos. Pero la mirada cambiaría si observamos los objetivos claramente definidos de las organizaciones, incluidos sus socias locales, que elaboran y diseminan los informes que sustentan esas falacias; destacándose Transparencia Internacional y Amnistía Internacional. Al igual que en otras partes del mundo, determinadas ONG locales reciben recursos económicos de gobiernos y agencias internacionales, lo que conlleva que tengan que asumir mandatos de quienes las subsidian.

Dentro de estos cambios planetarios ha evolucionado la obsoleta definición de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una entidad de ese tipo es “cualquier grupo de ciudadanos voluntarios sin ánimo de lucro que surge en el ámbito local, nacional o internacional, de naturaleza altruista y dirigida por personas con un interés común”.

Ahora responden a intereses que llegan hasta cuestionar a sus propios Estados, como ha venido sucediendo con el manejo que da República Dominicana a la migración ilegal, obviando el derecho soberado que tiene de decidir sus políticas en ese sentido.

Muchas organizaciones actúan con gran poder y constituyen actores de las relaciones internacionales que engendran y participan en cuestiones que son internacionalmente significativas: agentes de cooperación, canalizadores de recursos, y protectoras de derechos humanos, entre otras funciones Operan como agentes de presión, en unos casos en calidad de protagonistas de las relaciones internacionales en el plano sociológico, y en otros, de titulares de derechos y obligaciones, conforme las reglas del orden jurídico internacional.

Todo ello hay que verlo en el contexto de que la humanidad se ha ido reestructurando hasta el punto de estar casi todo entrelazados en el ámbito geopolítico. Sin embargo, si bien eso es cierto, también la geopolítica exige una evolución correcta del poder nacional, permitiendo su uso adecuado a favor de la supervivencia de un Estado, preservando su seguridad territorial, soberanía e independencia.

En el mundo unipolar en que vivimos las potencias hacen e imponen las reglas del juego acordes a sus intereses supranacionales, auxiliándose, en muchos casos, de entidades a las que financian sus respectivos presupuestos y cooptan celebros privilegiados.

Entre los temas relevantes de la coyuntura mundial figuran el fenómeno de la migración ilegal y el de la nacionalidad, los cuales dejan con poco margen de maniobra a los países pobres, casi entrampados.

El desafío consiste en defender la nacionalidad dentro de lo supranacional, pero bajo el peligro de que salirse del establishment en una cerrada defensa de la soberanía nacional les generaría aislamiento global.

Participación Ciudadana, el Centro Bonó y otras entidades sociales nacionales saben cuáles temas son sensibles y abren las carteras de fondos del exterior. La pregunta es, sin embargo, ¿y dónde queda la soberanía de República Dominicana?