La Republica Dominicana lleva un ciclo económico en el cual más que cualquier otro factor, su crecimiento se ha debido a la depresión de los precios del petróleo en relación con los niveles que anteriormente habían alcanzado.

No es lo mismo ejecutar un presupuesto y conducir una economía con el petróleo rondando la banda entre los 80 y 100 dólares el barril que el escenario actual donde aún fluctúa entre los 40 y 50 dólares.

Como la importación del crudo y productos refinados están en su gran mayoría exentos de impuestos de importación, y el consumo indistinto de su procedencia está sujeto a gravámenes indirectos que pagan los consumidores, el relativamente bajo precio ha contribuido en mantener una inflación reducida, menores requerimientos de divisas, evitando el endeudamiento que representaban las facilidades del Acuerdo de San José con Venezuela, principal suplidor del mercado nacional.

Por igual, los bajos precios han contribuido al auge del sector turismo y el de las zonas francas, amén de su impacto favorable indirecto sobre otras actividades productivas, incluyendo la agricultura.

Pero resulta que hay un fuerte movimiento global, encabezado por Rusia, el tercer mayor productor de crudo del mundo, y respaldado por los Arabia Saudí y Venezuela, que procura influir para que se eleven los precios por encima de los 50 dólares el barril y alcancen niveles que los ubiquen en el corto plazo en la banda de los 65 y 75 dólares el barril, lo cual representa un incremento de un cincuenta por ciento por encima de los niveles actuales.

El aumento de los precios utilizando la combinación de congelación de precios y recorte en la su producción son medidas que estamos obligados a dar seguimiento y a la vez preparar planes contingentes por si los mismos se materialicen.

Ojalá que futuros aumentos de precios no nos vuelvan a sorprender, y desde ya el país pueda prepararse para estas posibles contingencias.