Nosotros y el tránsito

Nosotros y el tránsito

Nosotros y el tránsito

Miguel Febles

Una proyección de la Oficina Nacional de Estadísticas estima en 10 millones la población dominicana al año 2017. La mitad (4.8 millones, en realidad) vive en el Distrito Nacional, Santo Domingo, San Pedro de Macorís, San Cristóbal y Peravia.

Según la Dirección General de Impuestos Internos, contados a diciembre de 2016, tenemos 3.8 millones de vehículos de motor. De esta cifra, la mitad (un millón 900 mil) está registrada en el Distrito Nacional, Santo Domingo, San Pedro de Macorís, San Cristóbal y Peravia.

La mitad de la población vive en cuatro provincias vecinas que ocupan una décima parte del territorio nacional, y esa mitad de la población tiene la mitad de los vehículos de motor registrados en el país.

Quienes viven en las provincias referidas saben de las dificultades del tránsito en cualquier día y a todas horas, en parte por la cantidad de vehículos, en parte por la pobre urbanidad de los usuarios, en parte por la deficiente administración del espacio.

Aceras, bordillos y calzadas son por igual una fuente de frustración y conflicto, particularmente en Santo Domingo y la Capital.

Ahora los legisladores han aprobado una ley para la organización del tráfico de vehículos, pero no hay que hacerse ilusiones.

A la vuelta de uno o dos años estaremos en el mismo lugar a donde nos ha traído nuestra manera del ser social y político.

Acaso hace muchos años que debimos de haber iniciado por la escuela primaria con la enseñanza de qué es una calle, cómo se camina por las aceras, cuándo, cómo y por dónde se cruza una calzada, por qué la calle es un bien público y quién —o quiénes— es el garante de los bienes de su tipo.

Al terminar el bachillerato deberíamos contar con teoría y destrezas frente a los bienes públicos.

Las carreras universitarias pueden, a su vez, incluir nociones de la sociología del espacio y de la importancia de hacer un uso inteligente de los lugares públicos.

¿Qué hacemos con graduarnos de ingenieros, médicos, abogados, mercadólogos, economistas o cualquier profesión si no podemos desenvolvernos en las calles, las carreteras y el vecindario sobre las bases de la civilización y la cultura?

¡Por qué una persona de buen nivel educativo se comporta en las calles y el vecindario al margen de los buenos modales? Porque somos así.

¿Por qué conchadores y vendedores se han apropiado de los espacios públicos? ¡Porque pueden!
¿Por qué vivimos en ciudades sucias?

La criatura humana se proyecta en su entorno. Si aceptamos eso y miramos alrededor podemos vernos reflejados en un gran espejo.

Las reglas de tránsito y las de urbanidad desde la escuela primaria pueden ser un elemento corrector si conseguimos que los niños las asuman.

Ellos pueden llegar a ser habitantes conscientes y orientadores de sus padres.
El escribidor ha visto a un niño corrigiendo a su papá porque tiró la cáscara de una mandarina en la acera.



Etiquetas