No quedarnos de brazos cruzados

No quedarnos de brazos cruzados

No quedarnos de brazos cruzados

Quien reflexiona sin apasionamientos en la suerte (o la mala suerte) de los dominicanos, por la fuerza de las circunstancias debe llegar a una conclusión que bien puede sintetizarse en aquella socorrida frase de la izquierda enarbolaba décadas atrás como una bandera: “Solo el pueblo salva al pueblo”.

Este es el momento para hacer un alto y, con absoluta serenidad, confrontar situaciones y hechos. Nadie lo hará por nosotros y es lo único que nos puede ofrecer una respuesta. O, por lo menos, impedir que seamos triturados por ese devastador artilugio de pesadilla que se ha ido estructurando con un único propósito: el dominio. Un dominio absoluto.

El mundo, no solo nuestro país, y desde hace décadas, está siendo arrastrado hacia una de las etapas más aciagas de su existencia. Las llamadas élites, valiéndose del control de la riqueza y los avances científicos, han estructurado un poder que, guardando las distancias, se aproxima en su espíritu a regímenes de etapas superadas desde hace siglos.

Nadie ignora los vínculos estrechos de sectores nacionales muy relevantes con George Soros, Hillary y Bill Clinton, con las ONG y sectores antidominicanos de la OEA, la ONU y entidades financieras mundiales, algunas de las cabezas visibles de estos planes.

Parte de su agenda es visualizar el mundo y la humanidad como un inmenso mercado de trabajo y de consumo.

En ese orden, se concibe a las nacionalidades, las fronteras y las culturas autóctonas como una carga indeseada. Se prescinde de los conceptos tradicionales sobre moral, valores y costumbres. Es preciso recrear un “nuevo” ser humano uniforme, mecanizado, sin voluntad ni resistencia, pasivo y obediente. Cualquier pensamiento diferente a estos conceptos debe ser erradicado.

En cada país se evidencian los avances de este programa del dominio total. En el nuestro hemos visto cómo la generalidad de los políticos y grupos dominantes han desertado de la idea de la nacionalidad, en tanto el pueblo y sus esperanzas han sido arrojados al abandono. Su propósito es acumular riquezas sin que importen los medios, ser parte primordial de este “nuevo orden”.

¿Acaso es casual mantener las fronteras abiertas, tolerar la presencia de miles de parturientas y escolares haitianos en nuestros hospitales y escuelas? ¿Lo es la actitud oficial ante la pérdida de empleos en el turismo, la agricultura y la construcción en perjuicio de los dominicanos y la noticia reiterada de violaciones, robos, agresiones, falsificaciones y asesinatos en que esos extranjeros se ven involucrados de manera casi impune?
Contrario a este funesto proceder, recientemente, la nueva embajadora de Estados Unidos en República Dominicana habló de la importancia de la seguridad fronteriza.

A este respecto, recordemos cómo el poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de José Francisco Peña Gómez auspició una campaña internacional para alinear a favor de los derechos humanos y las libertades públicas en República Dominicana a influyentes sectores liberales de Europa y de Washington.

Debemos cerrar filas junto a quienes se oponen a estos oscuros y perversos programas de control absoluto que degradan nuestros pueblos y los mantienen en un estado de postración desesperante. Debemos hacer el intento.



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