Necrología por la muerte de José Silié

Necrología por la muerte de José Silié

Necrología  por la muerte de José Silié

Antes que se conviertan en rescoldos los elogios por la figura del maestro don José Altagracia Silié Gatón, a quien a partir de ahora le podemos llamar el ‘Padre de la ética’, quisiera narrar algunas agradables y exquisitas alabanzas de la extraordinaria vida de un jurista, maestro y con exactitud, orador de nobleza espiritual.

No conozco a ninguna otra personalidad con mayor influencia en el campo de la ética dentro de su propia patria, que la de este humilde abogado.

Los grandes temas éticos lo rodearon durante toda su vida, y junto al maestro Eugenio María de Hostos se ha ganado un sitial imperecedero. Su libro “Ética profesional”, siempre conservará la tinta fresca de su “jubileo docente”.

Consideró como un deber de hombre académico el escribir un Tratado de ética, y quiso que el medio electoral tuviera un lugar privilegiado. 

Mi amistad con don Silié Gatón abarca todo lo que ha sido la criminología dominicana, desde que asumió el proyecto del Instituto de Criminología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Designado allí en 1987, nuestro primer encuentro en 1991 está pletórico de largas charlas nuestras, a veces con desmedido fervor por la actividad criminológica. Fuimos sobrecogidos por los temas de la criminología, a pesar de la diferencia de edad.

Será recordado por sus publicaciones en el campo de la deontología jurídica, y ninguna nos dejó en el sector de la criminología. Por sus convicciones éticas fue un fiel devoto de la victimología, un abolicionista de la pena de prisión, aunque nunca lo confesó. Hoy agradezco su apoyo en los seminarios del instituto, la revista, el prólogo que hizo a uno de mis libros. En todas esas actividades impregnó el más excelso sentido ético.

Su bio-bibliografía fue fecunda, ella va desde temas electorales, deontológicos hasta históricos.

Su vida entera la pasó sumergida en la actividad académica; presidió la Comisión Electoral de la Academia. Incluso, dio su mayor ejemplo de conducta inclaudicable frente a quienes lo despreciaron y echaron del Instituto de Criminología. Jamás le oí decir nada, ni una sola palabra de molestia, ni una frase alusiva siquiera. Fue miembro de número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

Al igual que la UASD, estas instituciones fueron tímidas en despedirlo como se merecía.

El país pierde a uno de sus mejores hombres. Vivió feliz y sin alborozo. El 7 de abril de 2014, afectado de una enfermedad, cerró los ojos para siempre. Su perenne legado ético es la propia descendencia de intelectuales que deja en este mundo: una familia de hijos médicos, sociólogos, abogados, ya conocidos por su carácter y aportes sociales.



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