Mirar al porvenir con rostro de revés

Mirar al porvenir con rostro de revés

Mirar al porvenir con rostro de revés

José Mármol

Nuestra era, llámese la del conocimiento, la revolución digital, la globalización, la ene revolución u ola; de la reputación, la modernidad tardía o la modernidad líquida; del capitalismo salvaje o neoliberalismo, Internet de las cosas, la pospolítica y la posverdad; como quiera que se la llame, está caracterizada por la pugna, ahora más recrudecida a causa de los fenómenos políticos y migratorios recientes, entre una voluntad de progreso afianzada en la fe de un mejor futuro y otra voluntad de búsqueda de lo utópico en el pasado.

Estamos viviendo lo que Bauman(1925-2017) llama emergente fase retrotópica de la historia de la utopía. Porque, al mantenerse fiel a su espíritu utópico, la retrotopía oideal de paraíso perdido en el pasado, es capaz de transmitir la esperanza reconciliadora, finalmente, de la seguridad con la libertad, en un mundo en que estar seguro se paga con el precio de ser menos libre.

Además, otro desafío retrotópico, que no tiene precedentes en la historia y que gravita con gran peso específico en los dos ensayos póstumos del pensador polaco (“Retrotopia”, Paidós, 2017 y el escrito Síntomas en busca de objeto y nombre, que figura en el volumen de varios autores titulado “El gran retroceso.

Un debate internacional sobre el reto urgente de reconducir el rumbo de la democracia”, Seix Barral, 2017) que es el de afincar el futuro en la necesidad ineludible del diálogo, antes que la guerra, tal como lo sustenta el papa Francisco (2016), para diseñar, articular por vez primera, una forma de integración social, política y cultural que no se base en la separación, en la división (nosotros/ellos, ricos/pobres, súbditos/soberanos, nacionales/extranjeros, fieles/impíos, blancos/negros, orientales/occidentales).

Ese hálito de esperanza dialógica y de integración sin separación se está viendo muy amenazado por el apogeo del populismo demagógico, del radicalismo integrista y del nacionalismo racista.

Estados Unidos quiere volver al feudalismo del medioevo europeo; los radicales integristas a los antiguos Estados teológicos y Europa se infesta cada día más con el virus del separatismo nacionalista. Nosotros sepultamos para siempre el ideal martiano y hostosiano de antillanismo.

La ilusión retrotópicanos hace rechazar el mundo presente y despertar el miedo cósmico de que habló Bajtin (1895-1975), así como el riesgo y la catástrofe globales que advirtió Beck (1944-2015).

Miramos al porvenir con incertidumbre y angustia; por ello, nuestro pensamiento suele pasar más tiempo visionando, como en una película, el pasado, cuya vuelta nos seduce. No es la cabeza de Jano.

Es la ansiedad del Ángel de la Historia deW. Benjamin (1892-1940). Vivimos ansiosos por la inestabilidad y crisis económicas, la fragilidad de los empleos, inseguridad, inequidad y multiculturalidad de la globalización; nos atemorizan la pérdida de libertad, disolución de las fronteras físicas y los Estados territoriales, la metamorfosis del poder, el debilitamiento de los vínculos humanos, el síndrome del consumismo, individualismo y depresión emocional, caducidad de todo, robotización de la vida, el giro digital y la evaporación de la identidad.

Época de discrepancias, relativismos pragmáticos, efectos colaterales, confrontación entre lo local y lo global, divorcio entre el poder, emancipado económicamente, y la política, cuyo dominio tópico se atomiza.

De ahí que nos conmueva la idea nostálgica de volver al “Leviatán” (1651) de Hobbes (1588-1679), como organizador del caos y domesticador del lobo que llevamos dentro; a la sociedad tribal, a la desigualdad polarizada y al seno materno.

Bauman hace un último y severo llamado a la humanidad: “o unimos nuestras manos, o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común”. ¿Hacia dónde dirigir la mirada?



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