Migración y control en la frontera

Migración y control en la frontera

Migración y control en la frontera

Las naciones más desarrolladas de Europa y América están inmersas en una gran cruzada por detener la migración ilegal y no esconden sus preferencias de que, en los casos inevitables, la oleada se dirija a otras naciones, preferiblemente del tercer mundo, como lo es República Dominicana.

Eso explica que mientras de manera formal muchas de esas naciones decían reconocer el derecho soberano que tiene República Dominicana de aplicar su política migratoria, utilizaban grupos locales y organismos internacionales a su servicio para imponernos modelos que sin duda seducirían aún más a los haitianos a migrar hacia nuestro territorio.

Así, esa masa proveniente de Haití, en vez de intentar llegar a Estados Unidos, las demás islas del Caribe, Suramérica o territorios ultramarinos de naciones europeas, tendría una motivación para preferir venir a República Dominicana, como ha ocurrido tradicionalmente.

Intentaron que se abriera una ancha compuerta a través de la Ley que crea un régimen especial de naturalización para los hijos de migrantes ilegales nacidos aquí y asentados de manera irregular en el Registro Civil. Sabiamente las autoridades dominicanas les pusieron límites a esas pretensiones.

Ahora se debe tener el cuidado de que el Reglamento para la aplicación de la citada legislación no desborde a la Ley misma.
De igual manera se está aplicando el Plan Nacional de Regularización de extranjeros en situación migratoria irregular.

Esas medidas deben estar acompañadas de un estricto control fronterizo, para evitar una estampida de haitianos hacia nuestro territorio con las consiguientes consecuencias sociales y el deterioro de los servicios públicos, tales como salud y educación.
La migración descontrolada de grupos humanos de extrema pobreza y no cualificados atenta directamente contra los planes de desarrollo del país.

Ni el Plan de Regularización ni la Ley del régimen especial de Naturalización pueden constituirse en un incentivo para la migración ilegal, sino un verdadero punto final para el descontrol.



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