Miedo a la transparencia

Miedo a la transparencia

Miedo a la transparencia

Con el acopio de su filosofía pueblerina que desborda los manuales academicistas, mi madre doña Lucía solía decir que frente al ahorcado no era prudente pronunciar la palabra soga y resulta que es una sabia posición extrapolable con todo su poder simbólico a múltiples escenas de nuestra cotidianidad.

En el campo semántico de mi columna de la pasada semana dominó un término manido y que remite a una práctica poco acogida en la sociedad dominicana a lo largo de su historia: la transparencia.

Lamento que la expresión generara un picor inocultable en la epidermis de personas que jamás asumirán esa cultura porque toda la vida ha sido siempre para ellas un manto extenso de ocultamientos y de engaño a sí mismas, en medio de graves y perturbadores conflictos de identidad.

La sociedad dominicana, forzada por las circunstancias, está haciendo apenas sus pinitos en transparencia, que a pequeña escala cobra interés en diferentes ámbitos, pero que penetra en forma sistemática en la conciencia colectiva.

Para llegar a este estadio se han requerido muchos años de trabajo, básicamente desde organizaciones de la sociedad civil, entes políticos e instancias del Gobierno. Pero el camino es largo, escabroso y supone muchos sacrificios, a veces hasta de tipo personal.

Sin embargo, vale la pena pagar el precio que se requiera si, invocar la transparencia en el poder público, administrador por delegación de los recursos económicos de los ciudadanos y árbitro que establece y hace cumplir las reglas del juego, puede ser visto como una ofensa.

En este caso, prefiero ofender que complacer, usar un látigo verbal antes que una lengua lisonjera desbordada en elogios a cambio de recompensas.

Tengo que ser comprensivo y hasta compasivo con los ofendidos, pues está muy claro que no sobrevivirían en un estado de transparencia atravesando toda la gestión pública. Su negocio, que es la rentable industria de la extorsión y el chantaje, declinaría hasta extinguirse.

Sus campañas, que son posibles y a veces exitosas gracias a las colisiones éticas de funcionarios, no tendrían sentido.

De hecho, algunos simuladores enemigos de la transparencia con camuflaje de “ungidos” deberían empezar a preocuparse, pues ni en las instancias políticas en las que están anclados quieren prestar oído a su insensatez.



Victor Bautista

Máster en Dirección de Comunicación OBS/Universidad de Barcelona. Egresado de la UASD como licenciado en comunicación. Ha sido alto ejecutivo de medios impresos, de TV e internet. Actualmente es socio director de Mediáticos Consultores de Comunicación.

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