Los verdaderos culpables de la haitianización

Los verdaderos culpables de la haitianización

Los verdaderos culpables de la haitianización

A propósito del Mes de la Patria y del 171 aniversario de la proclamación de la Independencia Nacional, este 27 de febrero, que esta vez a los dominicanos nos encuentra entrampados entre nacionalistas, patrioteros y hasta “prohaitianos”, cabría preguntarse, a manera de asignatura pendiente que no nos deja avanzar, ¿qué tanto sabemos las presentes generaciones de la vida, obra, legado y sacrificio de Duarte, Sánchez, Mella?,

¿qué es la identidad nacional? y ¿cuántos años más nos faltan para asimilar y comprender el proyecto de nación llamado República Dominicana?

A menudo leemos en la prensa u oímos en la radio o la televisión expresiones provenientes de algún titular de las Fuerzas Armadas o de un algún comandante castrense destacado en la frontera como ésta: “la frontera está sellada”; y de veras que cualquiera se cae de bruces ante tanta falsedad, hipocresía, ironía, cinismo e irrespeto que en cualquier otro país del mundo donde se respete a la opinión pública lo menos que pudiera pasarle al autor de semejante disparate es la separación ipso facto del cargo.

Recorrer las plantaciones agrícolas del Cibao o de cualquier otra parte del país repletas de jornaleros haitianos, caminar por cualquier avenida de Santo Domingo o Santiago –para sólo citar las ciudades dominicanas más pobladas- y ver el enjambre de venduteros, pedigüeños y hasta de ´limpiavidrios´ haitianos, o visitar alguna maternidad, como por ejemplo la San Lorenzo de Los Mina, es el mentís más fehaciente de que la frontera es un trillo abierto y sin ningún tipo de control migratorio, a pesar de tantos recursos, en personal y logística, que invierte el Estado dominicano.

Y la razón, entre tantas razones de este desastre de servicio de falsa seguridad fronteriza que durante la tiranía trujillista comúnmente se le denominó “centinela de la frontera” al guardia que lo ejercía, no hay que ser un mago en inteligencia militar para conocerla, ¿por qué de otra manera, si no ha recibido una herencia o ha dado con un una Loto, puede justificar un militar de puesto en Pedernales, Jimaní, Elías Piña o Dajabón los bienes que posee con un pírrico salario de menos de seis mil pesos al mes?, o ¿ignoran los titulares castrenses que la mayoría de los guardias que están en la frontera venden, en contubernio con el capitán de compañía y del coronel ejecutivo de la misma, sus tarjetas de débito, mediante las cuales cobran sus sueldos, por un traslado a cualquier lugar de la raya que divide a Haití con República Dominicana?

El servicio de “centinela de la frontera”, que antes, cuando Trujillo, era un castigo para cualquier militar, ahora ha devenido en la más expedita y criminal manera para un militar acumular fortuna; y es esa, y no otra, la causa principal de este indetenible flujo migratorio de haitianos hacia la República Dominicana, pero la jerarquía militar, tan beneficiaria de esta situación, vive hablando mentiras a través de los medios de comunicación y, lo que es peor, pregonan un “nacionalismo” que desdice mucho de la filosofía y esencia de una institución que, como el Ejército dominicano está compelida a salvaguardar la soberanía nacional.

¿De qué “sellada frontera” habla un ministro de las Fuerzas Armadas cuando un raso o un cabo destacado en la frontera tiene vehículos de lujo y construye lujosas mansiones?, ¿no lo sabe el J2, el E2, o como se llamen los servicios de inteligencia del Ejército o la Fuerza Aérea (FARD), cuyos miembros están diseminados a lo largo y ancho de la raya fronteriza que define la territorialidad dominicana?

Esta doble moral de “nacionalistas” es la que nos tiene postrados como nación; y si en ella incurren quienes están llamados a proteger la patria de la masiva penetración haitiana, ¿qué no será de los empresarios de la construcción o de los productores agrícolas?

Si queremos de manera efectiva, sincera y rápida ´deshaitianizar´ a la República Dominicana deberíamos comenzar con erradicar de cuajo este criminal negocio que se genera en la frontera, el que incluye además de tráfico de indocumentados, trasiego de drogas, deforestación y trasiego de armas, hasta la explotación inmisericorde de una mano de obra que corre hacia este lado.

Sería la mejor manera de honrar a Duarte, Sánchez y Mella, que no propiamente adversaron al pueblo haitiano, sino que lucharon contra su clase política dominante, negadora de toda clase de oportunidades para estos hombres, mujeres y niños que como un enjambre nos invaden a merced de la permisividad de militares y la complicidad de empresarios y traficantes que hacen fortuna de la miseria de un país digno de mejor destino.



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