En dos días consecutivos EL DÍA ha recogido pareceres de importantes actores sociales sobre el tema migratorio que al parecer se colocan en aceras contrarias, pero realmente andan de la mano.

El primero en pronunciarse fue el arzobispo de Santo Domingo, monseñor Francisco Ozoria, comentando el mensaje del papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, pidiendo que los inmigrantes fueran acogidos e integrados.

El segundo fue un pronunciamiento conjunto de dos legendarios líderes sindicales, el socialcristiano Gabriel del Río y el socialista Rafael (Pepe) Abreu, en el que señalan que ningún Estado puede acoger más inmigrantes de los que necesita, explicando que en el caso nuestro la inmigración desbordada ha deprimido los salarios y reducido el acceso a fuentes de empleos para los dominicanos.

Cada señalamiento tiene una frase bíblica, en labios del propio Jesucristo, que las explica: “Fui extranjero y me acogiste” (Mt. 25,35) y “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

1.- Los inmigrantes ilegales son, por lo regular, personas vulnerables que salen de sus países de origen por razones económicas o políticas.

Son víctimas que requieren que las demás personas los vean con compasión y caridad. Es deber cristiano y humanístico acogerlos.

Esa debe ser la actitud de las personas frente a todo individuo en estado de vulnerabilidad.

2.- El Estado está en la obligación de hacer cumplir las leyes migratorias, garantizar que no permanezca en el país ningún extranjero que no esté autorizado para estarlo.

Tiene la obligación de no aceptar más inmigrantes que los que necesita, pues un descontrol, como el que ocurre en República Dominicana, deteriora los servicios públicos, deprime los salarios, reduce las fuentes de empleos para los nacionales y hasta pone en peligro la seguridad nacional.

Como se puede ver, tanto monseñor Ozoria como Gabriel del Río y Pepe Abreu tienen razón.