Los tramposos son culpables

Los tramposos son culpables

Los tramposos son culpables

Hugo López Morrobel

No debe sorprender a nadie que las Grandes Ligas estén con el dominicano José Ramírez, de los Indios de Cleveland, como un león hambriento detrás de una presa.

Y no es para menos, porque este pequeñito nativo de Baní está conectando la pelota con tanta autoridad y fortaleza que el primer sorprendido debe ser el propio jugador.

Además, han sido tanto los peloteros dominicanos atrapados realizando marrullerías, que no hay razones válidas para no dudar de la honestidad de Ramírez, uno de los cinco peloteros de más baja estatura que militan en Grandes Ligas esta temporada, pero segundo entre los líderes de cuadrangulares.

La desconfianza siempre está presente cuando un jugador de su complexión física realiza hazañas como las que viene ejecutando.

Ramírez es un jugador con condiciones excepcionales, por lo que hay que acostumbrarse a verlo a cada momento, desaparecer la bola por todo lo alto de los jardines de los diferentes parques de Grandes Ligas.

Una triste tragedia

Es difícil asimilar, tras lograr la primacía en una actividad, caer en el precipicio.

Hay que tener un equilibrio mental de primera para asimilar un golpe de tal magnitud, sin embargo, muy pocos pueden vencer el trastorno mental que se produce, caracterizado por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.

Eso le está ocurriendo desde hace más de dos años al golfista Tiger Woods, quien es el atleta que ha ganado más dinero y más fama.

Hoy este hombre lucha a brazo partido por regresar a sus días de gloria, pero se le está haciendo imposible lograr ese objetivo.



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