Cuba inicia una nueva etapa de su historia contemporánea con el anuncio de que se restablecen sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

La mayor de las Antillas ha tenido suficientes muestras de solidaridad en su lucha contra un anacrónico embargo comercial que aún mantiene vigente Estados Unidos y que parece su derogación se tomará más tiempo que el establecimiento de embajadas en Washington por parte de Cuba y en La Habana por parte de Estados Unidos.

Sin embargo, el régimen que desde 1959 han liderado los hermanos Fidel y Raúl Castro tiene materia pendiente y un compromiso con el mundo: la mejora de los derechos humanos.

Una nación con tantos derechos limitados y con las cárceles repletas de presos políticos es tan anacrónica como el embargo criticado.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas no puede quedarse solo en ese episodio. Debe ir acompañado de una demostración real de que Cuba está comprometida con el respeto de los derechos humanos y el restablecimiento de derechos políticos y civiles que les son negados a muchos ciudadanos cubanos en la isla.

El gobierno cubano tiene la obligación de corresponder a esa solidaridad internacional con la instauración de un régimen de derechos humanos conforme a una verdadera nación democrática.

Cuba ha dado pasos de apertura, pero muy tímidos. Podría decirse que han sido tan limitados que se quedan en la esfera propagandística.

La nueva etapa que se espera en Cuba no se limita a lo económico, sino también a materia de respeto a los derechos humanos.