En República Dominicana hay un ambiente de plenas libertades para el ejercicio del periodismo. No hay razones para que quienes ejercen ese oficio teman persecución desde las estructuras estatales, aunque siempre están latentes los riesgos propios de la profesión.

Los desafíos que enfrenta la libertad de prensa en el país son más del orden económico y moral.

En días pasados se detectó que un grupo de acusados de narcotráfico y sicariato hizo comentarios amenazantes contra Alicia Ortega por un trabajo periodístico que ella realizó, pero la sociedad se puso en alerta de inmediato. La población se suma a la preservación de ese derecho fundamental, tan importante para la defensa de otros derechos.

Pero no todos los casos en los que hay periodistas envueltos se trata de atentados contra la libertad de prensa.

Por ejemplo, un periodista asesinado por una banda de narcotraficantes porque este se prestaba para servirle a una banda rival no puede incluirse en la lista de periodistas asesinados por el ejercicio de su profesión.

Murió por sus vínculos con el crimen organizado.

La sociedad debe velar porque todos los crímenes sean sancionados, pero no es bueno confundir, pues se corre el riesgo de convertir en mártires o íconos a las personas equivocadas. Los mártires del periodismo son los que murieron por ejercer su profesión.