Estaríamos tomando el camino incorrecto si convertimos en leyes las incapacidades de los partidos políticos.
Esa ha sido una práctica común.

Hemos dividido las elecciones (presidenciales de la congresionales y municipales) dizque para evitar el arrastre y las hemos vuelto a juntar dizque para evitarnos estar permanentemente en campaña y en un futuro podríamos volver a dividirlas, a lo mejor porque juntas serían muy complejas.

Por ley nos dimos el voto preferencial para diputados y regidores, ya se está planteando dejar eso sin efecto, porque desata una competencia interna en los partidos muy feroz.

Hemos llegado a los extremos de proponer el “dos y dos” y la “ley de Lemas” ante la incapacidad de los partidos de celebrar convenciones internas para escoger candidatos.

Ahora se discute una ley de partidos políticos en la que se plantea celebrar primarias simultáneas con el padrón electoral general y organizadas por la Junta Central Electoral.

En otras palabras, como los partidos no son capaces ni de darse un padrón de miembros u organizar elecciones internas, hay que meter al país completo en esa dinámica para “ver si eso les funciona”.

Eso sería para escoger sus candidatos, falta saber qué proponen para elegir su cuerpo de dirección.

¿Cómo puede un partido pretender organizar y dirigir un país si es incapaz de organizarse o dirigirse a sí mismo?
Lo mismo ocurre con lo de transparentar sus ingresos y gastos.

Han sido incapaces de hacerlo correctamente. ¿Pueden entonces administrar de manera transparente los fondos públicos?

Los partidos tienen la obligación de cumplir su tarea, sin tener que convertir sus incapacidades en leyes oponibles a toda la nación.