Las palabras que no se dijeron

Lily Montaño.

Siempre se amaron, pero no tuvieron el coraje para vencer los muros que aparentemente los separaban. En un café y después de tanto tiempo sin verse, por fin se encuentran, él la inquiere y le pregunta si ella lo amaba, la respuesta, afirmativa y él, ¿por qué no me lo dijiste? El confesó sentir lo mismo.

Es una bonita historia de amor, sin el final feliz de Disney o de las novelas que a diario se emiten por la televisión. Una conversación que escuché sin querer al final de una tarde. El silencio los mató, no decir lo que sentían ambos, por convencionalismos, por suponer que el otro no sentía lo mismo, en fin por cosas que quedaron en sus cabezas y no se expresaron.

Hoy ambos casados, con hijos, él en un matrimonio infeliz, ella con miedo a separarse por no afectar a su hijo con un trauma.

Esos silencios están presentes en todas nuestras relaciones. Padres que no le dicen “te amo” a sus hijos y viceversa. Cuando viene la pérdida física, brotan las palabras como mares desbordados sin control. En las parejas, en los vínculos familiares, en los amigos, conocidos, compañeros, silencios, suposiciones, damos por hecho los vínculos, el afecto, que se seca como una planta cuando no recibe agua, cuando no recibe caricias positivas.

Todo eso lleva consigo las palabras que no se dijeron.