Las excusas para no atacar la corrupción

Las excusas para no atacar la corrupción

Las excusas para no atacar la corrupción

El problema de la corrupción administrativa radica en no permitir que los delincuentes manejen nuestra industria; los corruptos, el Gobierno.

Fuera de ahí el concepto de corrupción, en toda su dimensión, es algo que comprende una difícil realidad llena de excusas, porque toda la vida de un hombre es una sucesión de violaciones a los principios morales de la sociedad. 

Debe colegirse que esta extraña raza de seres humanos constituye una clase de cobardes. Pero con todo y eso no podemos dejar de atacar la corrupción.

Esta surge, resurge y se desarrolla, como una inversión de los valores democráticos y la percepción de que la corrupción tiene influencia en la política está ya generalizada. Pero no hay que tenerle miedo a nuestros políticos, sino todo lo contrario.

La corrupción es el telón de fondo del gran teatro político del Estado neoliberal, asentado sobre la racionalidad jurídico-formal-política propia y que pretende perpetuarse a través del clientelismo y la utilización de la coacción informal. 

Las excusas para no atacar la corrupción, en forma genérica, se expresan cuando alguien dice que hay corrupción en todos los países del mundo, en todas las épocas, que hay países donde la corrupción es un cáncer, y los donde hay simples actos de corrupción.

Esta excusa es como una argumentación de la corrupción dentro de la cultura y entonces la corrupción puede ser útil: la corrupción se exporta desde el extranjero.

Una excusa más para no atacar la corrupción consiste en decir lo siguiente: no podemos atacar la corrupción debido al riesgo político. No podemos atacar la corrupción debido a que nos pueden mandar a matar, a que no se pueden tocar ciertos intereses.

No es cierto, porque el enemigo (que no tiene la razón) se caracteriza porque siempre es más fuerte que tú, pero al final triunfa el bien.

Pero una excusa que no podemos dar: “¿podemos luchar con la corrupción?”.

Lo importante no es escapar a la lucha de la corrupción, sino “formar estrategias, alianzas, cómo utilizar a la gente o movilizar la ayuda extranjera, definir rangos de corrupción y definir cuál corrupción debemos atacar primero”.



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