La UASD y Chacumbele

La autonomía universitaria no fue un regalo, fue una conquista, lograda en base a una lucha constante, donde incluso sangre fue derramada, con el propósito de que la educación superior pudiese desarrollarse fuera del control político nacional.

Por un tiempo la UASD fue un bastión de las luchas sociales y del libre pensamiento. Su recinto albergaba personas que enarbolaban los más bellos ideales, y desde cuyo seno emanaban hacia resto de la República Dominicana.

Pero poco a poco, las luchas por un mejor país se fueron convirtiendo en luchas por aumentos salariales, y la preocupación por lo colectivo fue sustituida por una preocupación por lo particular. Las luchas de poder fueron reemplazando a las luchas sociales.

Y aquella UASD que una vez combatió los males del sistema, fue dejándose penetrar por los mismos, hasta convertirse en espejo de la degradación moral que habitaba fuera de sus muros.

Las fuerzas vivas de la UASD fueron sistemáticamente “domesticadas”, y puestas al servicio de intereses particulares.

De aquel estudiantado fiero y celoso de su academia, solo quedan las siglas; la sociedad se ha ido cansando de las protestas sin sentido, y de que su presupuesto sea aumentado mientras la calidad de los profesionales que egresan disminuye.

Por estar luchando por los espacios de poder, se han olvidado de luchar por la academia. Por estar peleando por los huevos, se han olvidado de cuidar a la gallina.

Si un día el poder político decide que la autonomía universitaria ya no tiene sentido y se le antoja eliminarla (una ley deroga otra), ¿con quienes cuenta la UASD para impedir eso? Quemar algunas gomas, tirar piedras y voltear zafacones, créanme, no será suficiente.

Aun hay tiempo, pero para eso hay que corregir las practicas populistas y clientelistas imperantes en la UASD. Eso de elegir a quien más me dé, en lugar de elegir a quien mejor pueda administrar, está llevando a la UASD a un callejón sin salida.

No soy empleado ni profesor de UASD; mi único interés es que los dominicanos puedan seguir contando con una universidad pública y abierta, donde se respete el libre pensamiento.

La sangre derramada, las encarnizadas luchas, no fueron para dotar a algunos pocos de grande privilegios, sino para que los jóvenes dominicanos reciban una educación de calidad.

No dejemos que tanto sacrificio se vaya por las cunetas. Y a quienes insisten en poner su interés personal por sobre el colectivo, les digo: si siguen así se quedaran sin pito y sin flauta.