La tiranía y chantaje de un discurso

La tiranía y chantaje de un discurso

La tiranía y chantaje de un discurso

Alex Ferreras

Verdad de Perogrullo es que las tiranías nunca son aconsejables. No se les puede justificar ni aprobar bajo ningún concepto.
En el decenio de los setenta esperaba con ansias cada mañana a que despuntara el sol para irme a recibir clases en la escuela primaria Anacaona de Jaragua.

De este lado del tiempo, aún no logro describir los sentimientos y el esbozo de ideas que despertaba en mí entonar el himno patrio, el de Duarte, el del escudo y la bandera y su izamiento.

La seriedad con que los profesores de Historia patria se dirigían a sus alumnos, a nadie se le ocurrió ponerla en duda en aquel entonces. ¿Que ahora todo aquello fue una farsa, una manipulación, a juzgar por los calificativos de nacionalista de pacotilla, de xenófobo, racista y antihaitiano que se aplican a diestro y siniestro a los que reclaman esta vez tan digno legado de los Trinitarios frente al caso haitiano?

Toda identidad se construye también en oposición a o contra otra. En el caso de nuestro país, le tocó a Haití correr la suerte de ser la otra parte, como pudo perfectamente ser cualquier otra nación.

Visto el giro poco halagüeño que ha tomado el tema de las relaciones domínico-haitianas últimamente, de pronto se han destapado voces tanto locales como foráneas que colocan toda sarta de etiquetas a quienes reclaman el ideal nacional, el liberal, no el pacotillero del trujillismo, al que aviesamente se ha pretendido reducir.

Verdad, ¿quién les da derecho a tan insignes Barones y Baronesas, mercenarios que trabajan para oenegés norteamericanas y europeas, a estigmatizar los buenos y verdaderos dominicanos por su patriotismo? ¿Con qué autoridad moral lo hacen?

Hasta han llegado al extremo de pretender monopolizar el lenguaje y el discurso en desmedro de cuantos dominicanos gritan por despojárseles de lo suyo– ¡y en sus propias narices!– cual si fuese el peor de los delitos.

Una parte de esas voces proviene de las antiguas izquierdas revolucionarias, otrora enemigas acérrimas del Imperio, pero que ahora, en un extraño maridaje, hacen causa común con él por el tema haitiano, y hasta reciben estipendios de aquellas instituciones fomentadas por superpotencias en nombre de un presunto ideal de humanidad, no importa si en su “amor solidario”, se lleven a todo el país y su identidad cultural por delante.

Idéntico grupo “se escandalizaba” cuando leía expresiones, por ejemplo, como las de “Nosotros somos trujillistas y nada más que trujillistas”, de Rafael Damirón, que pese a haber estado todo lo errado que usted quiera en términos ideológicos en su tiempo, por lo menos fue sincero, y de una sola posición; no resultó ser un camaleón de peso pesado como aquellos.

Semejante grupo, dada su agenda internacionalista y fusionista, es de los que lleva la voz cantante en esta titánica cruzada que se libra, por las más oscuras de la razones, contra el territorio dominicano.

No hay mayor absurdo que esperar que un país se contradiga y se suicide en sus principios sobre los que se sustenta. 

No es cierto que la RD es Haití ni Haití la RD, diga quien lo diga. A otro perro con ese hueso de discurso.



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