La pobre salud millonaria

EL DÍA publicó en su edición de ayer una serie de estadísticas que demuestran cómo la inversión en el sector salud en realidad triplica la cifra que suele ofrecerse al público.

Cada centavo que reciben los prestadores de servicios de salud a través del Seguro Familiar de Salud y lo que destina el Gobierno al presupuesto del Ministerio de Salud Pública sale del mismo bolsillo: el contribuyente.

De ese mismo bolsillo también salen los más de 28 mil millones de pesos que debe pagar el usuario en seguros complementarios y copagos.

En definitiva, del bolsillo del contribuyente sale alrededor del 6 % del Producto Interno Bruto para invertirlo en el sector salud, lo que representa un 50 por ciento más que lo que destina el Estado a la educación preuniversitaria.

Por ignorancia, conveniencia o perversidad se nos ha hecho creer que la inversión en salud es de alrededor de un 2 % del PIB, con lo que se podrían explicar muchas de las deficiencias del servicio que recibe el público.

Pero teniendo en cuenta que se destina el triple de lo que se dice, entonces resulta valedero exigirles a todos los actores (público y privado) que hagan lo que hay que hacer para ofrecer un mejor servicio.

El Sistema de la Seguridad Social ha demostrado ser un vil instrumento de capitalización de intermediarios y prestadores de servicios a costa del sacrificio de empleados, empleadores y el fisco.

El mismo volumen de dinero que se maneja en este sistema constituye, por ser grande, el principal obstáculo para las mejoras tendentes a beneficiar a los usuarios.

Las autoridades, guiadas por el deseo de hacer lo correcto, pueden empezar desnudando las distorsiones del sistema y ponerles nombres y apellidos a todos los que se lucran excesivamente por las distorsiones de la Ley de la Seguridad Social.