La oscuridad absoluta

Como dice Serrat, todo pasa y todo queda. Pienso en estas palabras tras recibir un mensaje de voz que nos recuerda cómo toda una generación de seres humanos va desapareciendo.

Ideas, hábitos, costumbres, sueños…

“Polvo eres y en polvo te convertirás”, dice el libro sagrado. Recordemos el valor del tiempo.

Es lo único que en realidad tenemos.

Desnudos llegamos y de esa misma manera partiremos. Utilizar el tiempo y las circunstancias debidamente es la única forma de otorgar un sentido valedero a la existencia. Los destinos se bifurcan y cada quien, a su manera, escoge el camino a seguir. Solo que ese tiempo y esas circunstancias establecen sus plazos.

Si algo caracteriza a quienes nacimos en esta tierra es el anhelo reiterativo e indeclinable de lograr un destino superior. Un destino como país y como pueblo que suponga un auténtico avance hacia metas y logros consustanciales a la civilización.

Pese a tantos esfuerzos, no hemos tenido suerte. O no hemos sido lo suficientemente visionarios, valientes y decididos. No hemos jugado bien nuestras cartas.

Como pueblo nos han frustrado una y otra vez. Cada periodo deja detrás una secuela de fracasos y maldades infinitas.

El conflicto en todos los órdenes se incrementa y solo a las grandes mayorías corresponde pagar la deuda con montos crecientes de enfermedad, miseria, sangre, dolor, amargura, desesperanza, muerte.

Mientras, los hábiles y los perversos se alzan con las riquezas, los recursos y las posibilidades de acceder a una vida digna para un sustancial porcentaje de los dominicanos. Las riquezas que han usurpado, se sabe, son inimaginables.

Ha sido tanta la traición y la depredación en nuestra historia que no nos bastaría con el asombro de varias vidas. Santana, Báez, Lilís, Trujillo. La historia se repite de forma cíclica. Miramos hacia atrás, hacia el pasado mediado e inmediato, hacia nuestro entorno y sentimos náuseas.

Y uno se pregunta si esta reiteración de las mismas maldades, de las mismas perversidades, no va a terminar nunca.

Y así será hasta que, de forma colectiva, no nos enfrasquemos en transformar de raíz nuestro presente y nuestro futuro con una decisión inflexible que llene a todos de asombro.

Decir que ¡no!, gritar que ¡ya basta!, terminar por siempre y para siempre con el saqueo, con la arrogancia y la altanería de quienes han procedido sistemáticamente en desmedro de ese porvenir que reposa en nuestra mente y nuestras entrañas.

“Es injustificado el desdén hacia la historia del pasado. No hay pasado oscuro. La oscuridad solo está en nosotros. Ese pasado es la cantera de los materiales apropiados para la fábrica de una obra política verdaderamente nacional”, nos recuerda Víctor Medina Benet en su obra “Los responsables, el fracaso de la tercera república”.

Es preciso adoptar una decisión. Y hacerlo con carácter y energía. Antes de que nos cubra la oscuridad absoluta. Porque, la verdad sea dicha, hace mucho que nos arropan las sombras y ya es hora de que encontremos un camino hacia la luz…