La minería y la contaminación

La minería y la contaminación

La minería y la contaminación

Quienes durante décadas hemos abrazado desinteresadamente las luchas ambientales, siempre nos hemos quejado de los graves efectos de la contaminación ambiental que se produce en el entorno de muchas operaciones mineras de todas partes del mundo, principalmente deforestación, drenajes de aguas ácidas cargadas de metales pesados, exceso de polvillo en el aire y ruidos extraordinarios.

Cada crítica que hemos hecho a las operaciones mineras ha tenido como objetivo primario el lograr que esas actividades sean cada vez menos contaminantes y cada vez más sostenibles, de forma tal que el ambiente circundante a las operaciones mineras no muestre ningún signo de deterioro.

Pero cuidado con creernos que las operaciones mineras son las principales fuentes de contaminación ambiental, porque la principal fuente de contaminación ambiental a nivel mundial es el propio ser humano, y cuando comparamos la contaminación minera con la contaminación urbana, agropecuaria, industrial y hotelera, la contaminación minera se queda chiquita, muy chiquita.

Los ríos más contaminados de cualquier país y del mundo no han sido contaminados por la minería, sino por los asentamientos humanos, porque el río Ganges, de la India, no fue contaminado por la minería; los ríos de Sao Paulo y Río de Janeiro no fueron contaminados por la minería; los ríos Ozama, Haina, Higuamo, Yaque del Norte y Camú, de la Rep. Dominicana, no fueron contaminados por la minería, porque ninguno de ellos recibe efluentes mineros.

En la Rep. Dominicana, el río Yuna, a su paso por las operaciones mineras niquelíferas de la Falconbridge, está menos contaminado que todos los ríos urbanos dominicanos donde no hay minería, incluyendo el Camú, de La Vega, y el Masipedro, de Bonao, y la contaminación que trae el Yuna al pasar por la mina de Falcondo no es fruto de la minería, sino de los asentamientos humanos de Bonao, y la gente de Bonao lo sabe.

Entonces es totalmente incorrecto decir que la minería es la culpable de que nos vayamos a quedar sin agua, porque Haití se está quedando sin agua, y no tiene minería,  y la súper contaminación ambiental de los ríos de Haití no la produce la minería, sino los densos asentamientos humanos carentes de saneamiento básico.

El agujero de la capa de ozono no fue provocado por la minería, pero tampoco el temido efecto invernadero es fruto de las operaciones mineras, porque esos terribles daños al ambiente fueron producidos por nuestro cómodo estilo de vida que utiliza refrigerantes para nuestras carnes, jugos, gaseosas y cervezas frías, y por los combustibles fósiles quemados para mover nuestros autos y nuestras  plantas eléctricas que nos iluminan, nos acomodan y mueven nuestras industrias.

Sin embargo, las críticas constructivas que los entendidos en minería y medio ambiente hemos hecho a la minería, bajo ninguna circunstancia deben ser interpretadas como una intención de anular por completo las actividades mineras, como aspiran algunos, porque eso sería un absurdo, ya que el mundo de hoy gira irremediablemente en torno a la minería.

Es muy fácil levantar un vaso lleno de agua y decir vehementemente que no queremos minería porque el agua vale más que el oro, pero lo decimos mientras exhibimos un vaso cuyo cristal fue elaborado con la sílice extraída por la minería, y mientras convocamos a protestas anti mineras a través de un teléfono celular que oculta el oro que hace funcionar sus micro chips, y mientras escribimos una nota de prensa anti minera en una computadora que también usa micro chips de oro. La minería ayuda a los anti mineros.

Cualquier anti minero podría decir que si los mineros nos van a enrostrar el vaso de cristal de sílice, entonces no mostremos el vaso, y en su lugar mostremos un «jarro de agua»; pero aparecerá otro minero que nos dirá que ese «jarro» fue hecho mezclando  hierro y carbono extraídos de las minas para obtener el acero, o que fue hecho gracias a  la explotación de la bauxita para obtener alúmina y extraerle el aluminio; y si seguimos hacia atrás llegaremos a la jarra de cerámica o de barro, pero también hay que extraer la arcilla en una cantera minera. En fin, todos los caminos conducen a las canteras de la minería.

«Vea qué cosa», diría un anti minero, «entonces tendremos que volver a la «jarra de calabazo» para mostrar el agua sin que los mineros refuten»,  pero la verdad es que hoy ningún anti minero quiere abandonar su cómodo estilo de vida moderna para volver a esa época primitiva cavernaria. Todos quieren seguir usando un lindo vaso de cristal y hablar por el celular.

Lamentablemente hay personas que han estado confundiendo nuestra lucha en favor del adecentamiento ambiental de la minería, con una lucha anti minera, llegando al extremo de pedir el cierre de las operaciones mineras, sin darse cuenta que hoy hasta nuestras vidas dependen de la minería, porque sin los elementos metálicos y no metálicos que nos provee la minería no tendríamos implementos y maquinarias agrícolas para producir alimentos, ni tendríamos suministro de agua por tuberías, ni medicinas, ni transporte, ni energía, ni refrigeración, ni estufas, ni cemento para viviendas, ni nada. Estaríamos en la era del Neanderthal.

Revise a su alrededor y verá que toda su vida depende de la ayuda de la minería.

Quienes piden el cierre de las operaciones mineras se olvidan que los grandes pasos de la humanidad fueron marcados por la edad del hierro y la edad del bronce, gracias a la minería, y que la moderna edad de la tecnología se debe fundamentalmente a la minería.

También se olvidan que cuando llevan a su madre o a su hijo a un centro médico, en grave estado de salud, lo primero que se hace es inyectarle suero, o antibióticos, o sangre, o insulina, o analgésicos, o cualquier otro medicamento que debe ir de inmediato al torrente sanguíneo, y que esa aguja es fruto de la minería, al igual que todos los instrumentos y accesorios médicos de la emergencia y del quirófano que usted tanto respeta. ¿O queremos volver a las primitivas cirugías con obsidiana?

Es cierto que la minería es contaminante, pero en menor medida que las demás actividades humanas, y la solución no es su eliminación, porque cuando usted está enfermo su médico nunca pide su eliminación, sino un correcto tratamiento para su pronta recuperación. Hagamos lo mismo con la minería.

La minería contaminadora ha estado tan equivocada como los fanáticos anti mineros, y como ambas cosas hacen mucho daño a la sociedad, lo ideal sería que ambas actitudes cambiaran, porque la verdad es que si la contaminación continúa, la calidad de vida se devalúa, pero si la minería se paraliza, el mundo también se paralizaría, y ese remedio sería peor que la misma enfermedad minera.

Las luchas ambientales son buenas, pero los fanatismos ambientales son malos.

De ahí que la prudencia aconseja abandonar los fanatismos extremistas y los ridículos escrúpulos de María Gargajo, porque en nuestras casas, fruto de la ausencia de un adecuado servicio de alcantarillado sanitario, estamos tirando nuestras heces fecales en las mismas aguas superficiales y subterráneas que todos consumimos diariamente, y nuestra contaminación fecal es peor que la misma contaminación minera, pero si usted no lo cree vaya y tómese un vaso de agua del río Camú, donde no hay minería.



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