Muchos o pocos, depende quién lo calcule, a la marcha del 22 acudieron ciudadanos. Lo que me permite ponderar las fotos (alguna pirata se coló) y testimonios, acudió mucha clase media.

Es un tema relevante a esa clase social, pero no para los sectores más empobrecidos.

Ese mismo día en el periódico El País, de España, publicaban una entrevista con el Papa Francisco y le preguntaban: “¿Es la corrupción el peor pecado de nuestro tiempo?”.

Su respuesta rebasa la chercha usual sobre ese tema: “Es un gran pecado. Pero creo que no debemos atribuirnos la exclusividad en la Historia. Siempre ha existido corrupción. Siempre”.

Lo primero que rescato de su respuesta es que efectivamente -viéndolo como católico- la corrupción es pecado. Lo es en el gobierno, en las empresas, en la actividad profesional, entre políticos, y hasta entre quienes luchan contra la corrupción de unos, pero no la de otros, y mucho menos la personal.

Segundo, que no nos escandalice una determinada corrupción por ventaja o propaganda, ya que eso es otra forma de corrupción. Mucho menos pasar una raya entre la corrupción actual y la pretérita.

Que la viga en el ojo no nos lleve a ver la pelusa en el ojo ajeno. Si existe corrupción es que hemos creado estructuras sociales que lo permiten, la alientan y en varios cosas no brinda alternativas a la conducta honesta, salvo marginarse de dichos ambientes o negocios.

Que la lucha contra la corrupción no se agote en un saludable paseo dominical.