La ley y el desacato

La ley y el desacato

La ley y el desacato

Miguel Febles

El acatamiento de una instrucción, una orden o una norma es un fenómeno del que acaso tengan que ocuparse la sicología, si es particular; la sociología, si es grupal, o la politología, si concierne al poder.

Y como desde el “Viernes Negro” el escribidor ha estado preguntándose, con renovada inquietud, ¿por qué el dominicano es renuente al acatamiento de la ley de tránsito?, me temo que el intento de respuesta que encontrará el lector en las líneas siguientes no pasará de ser la valoración de un periodista, en vista de que las disciplinas referidas en el primer párrafo reclaman un cierto rigor que no está a su alcance como lo está el de la opinión, propia del campo de los derechos en sentido general, y del periodismo en particular.

Cualquiera puede notar el desacato en la rabia común del usuario de las vías públicas, que en las maniobras, velocidad y reacción cuando el tránsito no fluye como quisiera, saca lo peor que se puede esperar de una criatura primitiva cuando se encuentra amenazada: la entrega a la muerte propia o la del otro.

Teníamos una ley de Tránsito de Vehículos de Motor, y su reglamento de aplicación, puestos en desuso por violación sistemática y desacato.

Desde febrero tenemos la Ley 63-17 de Movilidad, Transporte Terrestre y Seguridad Vial de la República Dominicana, amplia, compleja y abarcadora.

Pero… ¿ha cambiado el pueblo que dejó de acatar lo dispuesto en la ley derogada? A El escribidor habría que demostrárselo. ¿Ha cambiado la comunicación social entre habitantes y ciudadanos con el poder como para esperar un cambio en la disposición al desacato? El escribidor no lo nota.

El acatamiento del poder político fue impuesto con sangre por el general Trujillo desde el golpe de 1930, y como la nación carecía de un poder económico en condiciones de ejercer influencia en la sociedad, el acatamiento del poder del Jefe fue acatamiento social.

Y como la moral social más extendida y aceptada por el pueblo dominicana era la moral de los políticos y de la política, el acatamiento del poder del Jefe fue acatamiento moral.

Cuando tumbaron al Jefe también tumbaron el orden impuesto alrededor de su persona y su poder.

Y como no ha habido manera, desde entonces, de que el pueblo dominicano entienda, desde la cúspide social hasta la piedra más pequeña de la base, que es indispensable el acatamiento y la demostración de la honradez desde el poder para evitar la anarquía; la relación con el dinero como un medio —no como un fin— para evitar la confusión entre el fin y los medios, así como la constitución de valores morales inconmovibles, el dominicano será infeliz y rabioso contra quien le impide la realización, es decir, contra sí mismo.

En conclusión, El escribidor considera inaplicable la nueva ley de tránsito, ¿por qué? Porque la causa del desacato de la derogada está intacta.



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