La innovación como un arte

La innovación como un arte

La innovación como un arte

Si admitimos que desde finales del siglo XX e inicios del siglo XXI los avances en la tecnología y las transformaciones provocadas por el giro digital constituyen revoluciones sin precedentes en la historia de la humanidad; si también aceptamos como bueno y válido el criterio de que la velocidad o aceleración y la simultaneidad o instantaneidad son características fundamentales para la identificación de la era actual, y por último, si convenimos que los nuevos entornos han significado un desafío a los límites de las lenguas establecidos por la metáfora bíblica de Babel, por cuanto, su constitución, descripción, análisis y funcionalidad han requerido de la constitución de nuevos códigos o lenguajes culturalmente insospechados, entonces, debemos concluir, sin ánimo de ser categóricos, que este siglo XXI está exigiendo nuevas formas de pensamiento y de prognosis.

Todo parece indicar que el desafío estriba en que el presente y devenir de la filosofía sean capaces de convertirla, desde la ontología, la epistemología y la axiología, en actividad de pensamiento innovadora y disruptiva.

La filosofía que siempre ha sido evolucionadora y hasta revolucionadora, de ahora en adelante o es radicalmente innovadora y disruptiva, es decir, radicalmente transformadora y destructiva, o simplemente morirá.

Para el Diccionario de la Lengua Española (2014), el verbo innovar, del latín “innoväre”, remite a mudar o alterar algo, introduciendo novedades.

Asimismo, innovación, del latín “innovatio, -önis”, significa acción y efecto de innovar; o bien, creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado. Para María Moliner (2007), quien en su “Diccionario del uso del español” también parte de la etimología latina, innovar es introducir novedades en alguna cosa y es sinónimo de cambiar, descubrir, explorar, inventar y reformar.

Mientras que innovación, en tanto que efecto de introducir una novedad en algo, o bien, acción y efecto de innovar, equivaldría a acciones como hacer, introducir, llevar a cabo.

En su ensayo titulado “El arte de innovar. Naturalezas, lenguajes, sociedades” (2017), el filósofo e investigador español Javier Echeverría se plantea un estudio general de la innovación, el cual habrá de ocuparse del análisis de un elenco de procesos que va más allá de las conocidas innovaciones empresariales, sociales y humanas, para colocarse en un ámbito de nuevas naturalezas (ya no la naturaleza en singular o la physis de los griegos antiguos, que nada tiene que ver con la nano-physis o la macro-physis), nuevos lenguajes (particularmente el de la tecno-ciencia) y nuevos entornos sociales (producto de las transformaciones económicas, científicas, políticas y culturales).

Lo que Echeverría llama innovaciones naturalizadas, relativas a los procesos del nanocosmos y el macrocosmos observados por una nueva física (cuántica) y una nueva visión del universo, trasciende los límites del logocentrismo (racionalismo socrático y derivados) y del ontocentrismo (el ser y el hombre-ser-humano como medida protagórica de todas las cosas), para instalarse en un ámbito de innovaciones disruptivas o destructivas, más allá del mesocosmos habitual, que han dado lugar a nuevas concepciones en las ciencias, las tecnologías, la filosofía y los lenguajes o códigos de información y comunicación más allá de la intervención de los sujetos.

El ensayo procura echar cimientos en una disciplina que su autor admite que aún no existe, sino como arte: la filosofía de la innovación.

Las innovaciones se caracterizan por ser “procesos interactivos que generan algo nuevo, transformador y valioso en sistemas y entornos determinados” (21).

Esos entornos van desde los físico-químicos, geológicos, biológicos y medioambientales, hasta los económicos, tecnológicos, científicos, sociales, políticos, jurídicos, militares y religiosos.

Un propósito fundamental en el planteamiento de Echeverría acerca de la innovación es su apreciación desde una perspectiva axiológica o de valores naturales y humanos.



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