La Economía del Conocimiento

La Economía del Conocimiento

La Economía del Conocimiento

La sociedad que surgió de la crisis mundial hace más de un cuarto de siglo se ha asentado cada vez más sólidamente, en especial la de los países ricos, sobre la acumulación de nuevos conocimientos, de manera, que como ha señalado la OCDE, el momento actual nos sitúa en la economía del saber.

Es esa una economía en que los fundamentos de la creación de valor se fundamentan o vinculan más a los recursos que se destinan a la generación de activos intangibles, como la tecnología, la formación de capital humano y la información, que a la mera de inversiones en elementos materiales; una economía, también, en la que el trabajo cualificado desplaza  a la mano de obra carente de estudios.

Tal panorama supone un desafió de primer orden para los empresarios y los trabajadores, para los ciudadanos y gobiernos.

Es el reto de establecer una mentalidad en el reconocimiento de las relaciones sociales, creando formas inéditas de cooperación y resolución de los conflictos y de adoptar nuevos objetivos para la acción publica, pues ha de propiciar, desde los poderes públicos, la reasignación de los recursos hacia las actividades y actores mas capaces de utilizar el conocimiento. Un desafió nada baladí, pues de la respuesta que encuentre en la sociedad dependerán sus posibilidades de situarse a uno u otra lado de la frontera que separa la pobreza de la riqueza.

En ese contexto, los actuales modelos de crecimiento tratan de endogenizar la tecnología y otros factores relevantes de la economía del saber, como el capital humano, la tecnología y la innovación con los fines de mejorar nuestro conocimiento sobre su importancia para alimentar el crecimiento económico sostenido.

Todo el paradigma de la economía del conocimiento constituye para la Republica Dominicana un  desafió extraordinariamente grande, considerando su heterogeneidad estructural, donde coexisten básicamente dos sociedades, a saber: una con acceso a una buena educación, incluso bilingüe; y otra muy marginada, sujeta a las grandes deficiencias de la enseñanza, principalmente pública.

Pero a esto hay que añadir, que no existe un presupuesto para investigación propiamente dicho, ni un Registro Nacional de Investigadores, las Escuelas de Matemáticas y Físicas, por mencionar algunas, están prácticamente cerradas, solo la Universidad Autónoma de Santo Domingo mantiene aún dichas escuelas abiertas con muy pocos estudiantes, no existe un Sistema Nacional de Innovación. 

En un país donde solo se invierte apenas un 2% del PIB en educación y las Empresas no tienen presupuesto para las actividades de I+D, y las Universidades dedican exiguos recursos a la investigación es imposible caminar por la senda del crecimiento basado en el conocimiento y la innovación.

Esta situación debería llamar poderosamente la atención a los diseñadores de políticas públicas en el entendido de la vinculación existen entre el desarrollo tecnológico y la competitividad de las naciones.

Por ultimo, quiero concluir diciendo que el desarrollo es un proceso complejo, constituye una apuesta al futuro, es imaginación y decisión. Invertir en el conocimiento, masivamente, es una apuesta a un porvenir mejor, es pensar en el largo plazo, es eliminar la pobreza material y espiritual que hace que los hombres y mujeres de una nación pobre sean tan desiguales.

 

*Director del Instituto Investigaciones Socioeconómicas (INISE)

Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

 

 



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