La democracia como espectáculo

Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges con la criticidad y el humor negro que le caracterizaba, que la democracia era un “mero engaño estadístico” en el cual la masificación y el conteo de la colectividad eran simplemente números para los políticos, sin embargo mi opinión es que en estos momentos la democracia por lo menos en estos países del hemisferio es usada como un espectáculo.

Es un espectáculo porque en estos momentos valen más las apariencias y la parafernalia populista de los nuevos líderes políticos mesiánicos que han surgido en los países latinoamericanos, que en un verdadero ejercicio democrático desde el poder, permitiendo que los ciudadanos ejerzan una ciudadanía plena y más participativa.

Por esa razón es que cada día vemos campañas políticas aparatosas y de alto costo por parte de candidatos prometiendo a sus ciudadanos con el uso estratégico de marketings o una mercadología para aparentar lo que realmente no son. Para ellos, los candidatos de nuevo cuño, vale más la cantidad, la masificación y las estadísticas que el mejoramiento de la esencia y el quehacer político.

Es posible, sin temor a equivocarme que una de las razones del por qué no ha mejorado el liderazgo político latinoamericano en cuanto a la calidad, es precisamente porque se empeñan más en hacer una democracia de espectáculo que en hacer un ejercicio democrático real una vez que llegan al poder.

Por otra parte, la situación es más dramática si combinamos esta situación a un electorado carente de visión crítica de su misma realidad sociopolítica, a causa de varias décadas de falta de educación y práctica de un verdadero ejercicio ciudadano participativo.

Hemos visto algunos progresos en países del hemisferio en los cuales el electorado y los ciudadanos se han empoderado de iniciativas por ejemplo en contra de la corrupción estatal. Tenemos el caso Odebrecht que es de dimensiones continentales el cual ha despertado la consciencia de miles de ciudadanos en Latinoamérica acerca de la propensión de algunos gobiernos de aliarse con el sector privado para expoliar a sus pueblos.

Una verdadera democracia exige de los gobiernos que tengan más cercanía con sus ciudadanos y aumentar el nivel de participación popular en sus decisiones. Esto se logra creando espacios de consulta populares a nivel municipal (presupuesto participativo, mini referéndums, votaciones municipales), quehacer que se ha perdido en las últimas décadas en América Latina.

El espectáculo compuesto de campañas deslumbrantes y de poco contenido, gastos excesivos en asistencialismo para comprar votantes, son parte de la democracia caricaturesca que lamentablemente afecta a nuestros países, despertar y ver la forma de cómo erradicarla, es el gran reto del ciudadano latinoamericano.