¡La comunidad vive aún!

¡La comunidad vive aún!

<SPAN lang=ES-MX style=¡La comunidad vive aún!" style="width: 100%; object-fit: cover; object-position: 50% 0%;">

Mientras más avanza el capitalismo, más individualistas somos los seres humanos. A pesar de esa verdad incuestionable, en nuestro país sobreviven muchos elementos de la vieja comunidad, que sirven de trama a un complejo mundo de interacciones solidarias y de mutuas dependencias utilitarias, perpetuando la unidad entre lo moderno y lo arcaico, que ha caracterizado a la formación social dominicana.

Ejemplos diversos de la pervivencia de viejas costumbres los encontramos en algunas zonas rurales dominicanas. En la región suroeste los campesinos practican el llamado “cambalache”, por medio al cual, luego de concluido un día de mercado, todos intercambian sus productos no vendidos, según la necesidad de cada uno. De igual forma, en distintos puntos del país es común “pasarse la comida”, consistente en que distintas familias, ligadas por el parentesco sanguíneo, el compadrazgo o la amistad, intercambian comida diariamente, enviándose raciones mutuamente, con el propósito de compartir lo que han cocinado cada día.

Aunque no con la fuerza que tuvo en épocas pasadas, todavía es muy frecuente, en zonas rurales muy deprimidas económicamente, la implementación de los llamados “convites campesinos” o “juntas de trabajo”, en las que  muchos integrantes de una comunidad se unen  para ayudar a algunos de sus miembros en la realización de tareas agrícolas. A su vez, las personas favorecidas devolverán la solidaridad recibida participando en otras juntas o convites, bajo una especie de norma contractual implícita basada en que “tú me ayudas hoy y yo te ayudo mañana”.

Una de las vertientes del mutualismo más arraigada es el funerario, como ha mostrado Carlos E. Deive en algunas de sus investigaciones sobre la cultura afro-dominicana: “… La importancia que los campesinos dominicanos de origen africano conceden a los ritos funerarios se manifiesta en las sociedades de ayuda mutua que persiguen garantizar un buen entierro a sus componentes.  La necesidad de que el ceremonial…, se ejecute fielmente, sin omisión de ningún rito que pueda perjudicar la incorporación del difunto a su otra vida, ocasiona fuertes gastos que un individuo o familia no está en condiciones de hacer.”  De ahí la conformación de asociaciones destinadas a cumplir esos fines que, en muchos campos, asumen el nombre de “cooperativa”, “socorro mutuo” o, simplemente, “el ahorro para el velorio”.

También es común la solidaridad en barriadas urbanas, a través del intercambio de productos o ingredientes alimenticios, como azúcar, sal, víveres, etc., evidenciando que perviven elementos de la tradición solidaria de los campos, que es donde se han originado la gran mayoría de los que, como efecto de la emigración, han terminado poblando las barriadas pobres de la ciudad.

El mutualismo y otras formas de colectivismo presentes en la cultura dominicana evidencian la dependencia existente entre personas integrantes de un conglomerado social que no ha alcanzado el suficiente desarrollo tecnológico como para que cada quién pueda valerse por sí mismo, sin la solidaridad de los demás. Es decir que, mientras más se desarrolla la tecnología y más independientes somos del resto de la comunidad más desarrollados estamos, pero también más solos.

 Existe un alto riesgo de que, con el correr del tiempo y gracias a todo un conjunto de “prótesis tecnológicas” que nos permiten hacer muchas cosas sin el concurso de otros seres humanos, podamos terminar la carrera por la hominización cada quien encerrado en su propia concha, desconfiados los unos de los otros, y bajo la divisa egoísta de “sálvese quien pueda”.

Una gran cantidad de personas de las que habitan ya el mundo del futuro, encerradas en sus burbujas gélidas, añoran el paraíso perdido de la comunidad. Por eso, cada vez que pueden, pagan por vacacionar entre gente de carne y hueso, que les habla y les aproxima unos brazos en gesto amistoso y solidario.

Algunos creen que ha muerto y otros afirman que agoniza, yo creo que, aunque con dificultad, la comunidad respira y hace sentir su abrazo cálido, al tiempo que nos grita:

¡no estamos solos en este breve y grandioso viaje!

 

*El autor es sociólogo, profesor de la UASD y no de los principales voceros del Foro Social Alternativo



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