Cuando los entonces presidentes de Colombia y Ecuador se dieron un abrazo que ponía fin a las tensiones generadas porque militares colombianos mataron a un líder guerrillero en territorio ecuatoriano, Santo Domingo fue bautizada como la Capital de la Paz.

En el marco de la XX Cumbre del Grupo de Río, el presidente ecuatoriano Rafael Correa le puso ese calificativo a la capital dominicana, como un reconocimiento al esfuerzo que se hizo para subsanar el conflicto entre esos dos países.
República Dominicana atesora la paz porque ha vivido la guerra.

Tiene calidad para “exportar paz”, y así lo está haciendo ahora con los esfuerzos por sentar en la mesa del diálogo a las partes beligerantes en la profunda crisis que vive Venezuela.

Ese país hermano necesita reencontrarse con la paz, rota por el desconocimiento de las reglas de la democracia, la imposición de prácticas con tintes dictatoriales, el asedio a la oposición y por la reacción violenta de los grupos que adversan al gobierno.

Hay razones para desconfiar del gobierno venezolano, pero hay más razones para apostar a la paz.

República Dominicana hace bien en abrir sus puertas a la búsqueda del restablecimiento de la democracia y la paz que requieren los venezolanos.