Tan temprano como la primera semana de junio de 2016 un dirigente empresarial decía a algunos contertulios que había que aprovechar el ruido post electoral para crear las condiciones para encaminar cambios políticos e institucionales.
La idea caló en sectores que se debatían entre dejarse seducir por el ala “socialité» del Gobierno o la oposición con vocación de poder que en ese proceso electoral encarnó Luis Abinader.
El primer paso fue cerrarle el camino a la Junta de Roberto Rosario, proceso en el que se conjugaron malquerencias y agendas obstruidas por la defensa acérrima del entonces presidente de ese organismo a la sentencia 168-13, que define los criterios para adquirir la nacionalidad dominicana.
El primer round fue ganado con ayuda de un litoral del Gobierno, que ahora descubre que quienes creía sus aliados se esfuerzan por convertirse en verdugos.
La mirada está puesta en 2020, pero la guerra es tan dispersa que se dificulta el control de daños. Hay hasta quienes han caído impactados por el “fuego amigo”.
Se podría creer que Danilo Medina es el objetivo de esa guerra, pero no puede sacarse a Hipólito Mejía y a Leonel Fernández, quienes sabiendo cuál es la jugada intentan arrastrar a Luis Abinader o al menos tenerlo chiquito.
El objetivo es el año 2020, lo que no está claro es quién terminará llevándose la banderilla.
