JIMA Un contacto con la madre naturaleza 

JIMA Un contacto con la madre naturaleza 

JIMA Un contacto con la madre naturaleza 

Bonao, Monseñor Nouel.-Por su condición de bosque húmedo,   el Monumento Natural Salto de Jima, además de ser  una reserva de agua para el país, ofrece al público la oportunidad de practicar el ecoturismo y descubrir allí su amplia flora y potencialidades biológicas, que pueden servir  para investigaciones científicas.

A diferencia de otros patrimonios naturales, aquí, mientras se disfruta del aire puro y el sonido inconfundible de las   aguas que descienden de sus doce 12 saltos, los más de 800 turistas criollos y extranjeros que le visitan cada día  tienen la oportunidad de escalar   por los senderos establecidos  y  otros bordeados de piedras.

Este monumento  forma parte del Sistema Madres de las Aguas,  compuesto por los parques Juan Bautista Pérez Rancier, que abarca a Valle Nuevo, Nalga de Maco, Armando Bermúdez y la Reserva Científica Ebano Verde,  localizados en el trayecto de la cordillera Central.

Sostenibilidad

A partir de que el Poder Ejecutivo  emitiera el decreto 571-09 que lo declaró Monumento Natural Salto de Jima, se privilegia allí la  preservación del entorno, dotado de una impresionante flora, que abarca especies como el copey, palma manacla, mara y sablito    

No obstante,  se ha logrado conjugar esa dinámica con el cultivo de aguacate, cacao, plátano y otros rubros agrícolas por  parte de los campesinos que por años hacen vida en el lugar,  garantizando así  la sostenibilidad del entorno.

José Rafael Alcántara, coordinador provincial de Medio Ambiente en la zona, atribuye ese logro al seguimiento y técnicas ofrecidas a los agricultores y dueños de parcelas.

“Contamos con varios planes de manejo de productos, entre los que figura uno que da a los campesinos el derecho al corte de algunas plantaciones para incentivar la siembra en la referida zona, antes dedicada en parte a la ganadería”, precisó el técnico.

Del resultado de esa dinámica son testigos Felipe Mena, con 70 años, y  su esposa Mercedes Céspedes, de 66, quienes llevan 50 y 33 años  allí.   

 

“En tantos años que teníamos aquí todavía no habíamos descubierto una cosa tan maravillosa”, dijo Mercedes.    De tener que abandonar Jima, estas personas  aspirarían ir a un lugar  más seguro y tranquilo, donde por supuesto no encontrarán  el trinar de los pájaros y el “murmullo” de los ríos que allí  convergen. 



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