De febrero a la fecha los precios de los combustibles en el mercado local han bajado alrededor de un 25 por ciento.

Sin embargo esa reducción no la han sentido los pasajeros ni los consumidores de los productos que son transportados por los vehículos que tienen un monopolio en el movimiento de las cargas.

Han bajado en una proporción similar los diferentes tipos de gasolina y de gasoil y el gas licuado de petróleo (GLP), que son los que se usan para el transporte de cargas y pasajeros en el territorio nacional.

No hay ninguna justificación para no producirse una sustancial rebaja en los precios de los pasajes y de los fletes.

En semanas pasadas, las multimillonarias empresas del transporte público (que algunas vez se disfrazaron de humildes sindicatos de choferes) se han burlado de la población anunciando exiguas reducciones del precio del pasaje que en la mayoría de los casos no aplicaron en la realidad.

También se han burlado de las autoridades en su propia cara.

Esos mismos transportistas reciben exoneración de los impuestos de millones de galones de combustibles, además de un “bono gas” superior a los tres mil pesos mensuales cada uno para la compra del gas que utilizan para el transporte de pasajeros.

Las autoridades están en la obligación de decretar una rebaja sustancial de los pasajes y los fletes y hacerla cumplir.