Impunidad en el conflicto entre culturas

Impunidad en el conflicto entre culturas

Impunidad en el conflicto entre culturas

Wilfredo Mora

A primer avista, el caso de Odebrecht se caracteriza por la ayuda externa, firmas extranjeras que sobornaron a funcionarios locales, licitaciones colusorias, cuyo interés marcado fue las relaciones personales y no exactamente la ley que rige las contrataciones.

Lo ocurrido es algo así como un soborno internacional.

La corrupción que se origina en un país diferente al país de destino puede darnos una lección detallada sobre la cultura de la impunidad, la cual es un problema mundial, de fronteras transnacionales.

Durante años, Occidente ha sido culturalmente el eje del crimen organizado. Pero en parte han sido sinceros al debatir estos problemas de adquisiciones de mercancías y servicios en la región latinoamericana y asiática (dos de las regiones más corruptas del planeta), sin que ambas culturas no entren en conflictos con problemas como la corrupción o delitos financieros, y otras reglas sucias que suelen practicar esos gobiernos, a través de la intimidación, políticas de comisiones confidenciales.

República Dominicana es un ejemplo de la cultura al revés. Y Odebrecht pronto será el mayor caso de corrupción que hayamos tenido.

Gracias a que tenemos una corrupción que no puede vencerse, la impunidad volverá a enviar el mensaje de que no podrán hacer nada, que el gobierno está de su lado, que ella es “un peligro que vive al lado de la Justicia”. (La justicia con minúscula es una vaga idea; con mayúscula es una organización al servicio del poder) y posiblemente no ocurra nada.

A la impunidad no le importa que el hecho de corrupción sea descubierto. Es una forma de vivir por encima de la ley; es la conducta de los dueños de las altas finanzas, los amos y señores de las “offshore” que luego desaparece en Consejos administrativos, en Comisiones oficiales.

Y la prueba es el escuchar la frase hecha que se dijo desde la PGR: “nadie está por encima de la ley”; “la meta es encarcelar a los que recibieron sobornos”.

¿Significará un conflicto o una cultura que los señores funcionarios comprendan que el gobierno dominicano ha sido estafado?

Tras la corrupción metódica surge la impunidad –queaparece como otro abuso, una fuerza poderosa que quita el respaldo a los que se movilicen y se indignen frente a la censura–, va a ensañarse con los ciudadanos que la combatan, quienes no recibirán ni apoyo ni respaldo de sus gobiernos.

La impunidad existe en base a combinaciones de factores de diversos órdenes y se manifiesta en las diferentes culturas de diferentes formas.

No importa que hablemos de casos de torturas y otras formas de violaciones a los derechos humanos en Sri Lanka o Kenia, y de adquisiciones maléficas en Corea, Estambul o Moscú: en todas las culturas la impunidad es una epidemia; en todas partes, como ahora en nuestro continente americano, el problema es el obstáculo de la justicia, la legalización que culturalmente damos a la corrupción, la consagración legal de la impunidad.

A los que asistirán a la marcha contra la corrupción les decimos: tened cuidado, esta corrupción de Odebrecht constituye un serio conflicto de culturas. La lucha contra la impunidad servirá para que las autoridades emprendan eficaces acciones.



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